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Los vientos neoliberales que soplan por el globo terráqueo, en los últimos años y en nuestro país, se transforman en vientos huracanados que penetran en todos los resquicios del tejido público gracias a un partido al que se le concedió la mayoría parlamentaria y entendió que era la ocasión para llevar adelante las políticas propugnadas por el tándem que formaron Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que en caso de que vivieran mirarían complacidos cómo, paso a paso, se cumplen sus profecías.



Y es que los discípulos de la llamada Dama de Hierro –la misma que describió que las sociedades desarrolladas están formadas por tres partes, una de las cuales, la constituida por los más desfavorecidos, era una clase inútil socialmente hablando– van aplicando sus recetas sin que les tiemble el pulso (a menos que los desalojemos del Gobierno).

Entre sus partidarios más destacados se encuentra un ministro que recibe de los españoles la puntuación de 1,36 sobre 10. ¿Es necesario que diga de qué ministro estoy hablando? ¿Es necesario que diga que un estudiante que tuviera como media esa cifra en su expediente, ni siendo el hijo mayor de un jeque árabe entraría en una Universidad pública (en una privada sería otro cantar)?

Pues bien, al ministro Wert, el peor valorado de la democracia, se le ocurrió la genial idea de expulsar de las aulas de las universidades a los hijos de familias trabajadoras y con escasos recursos económicos. Pero, lógicamente, había que hacerlo sin armar mucho jaleo y planificando, claro está, los mensajes que se lanzarían para justificar esas medidas.

Para entender dónde se encuentra la Universidad española, conviene recordar que el denominado Plan Bolonia para las universidades europeas se empezó a gestar en 1999 con el fin de articular planes de estudios que fueran similares en los distintos países de la Unión Europea.

Para ello había que cerrar las Licenciaturas, que tenían como media 5 años de estudio, y las Diplomaturas, que eran de 3 años. Se pasaría a los Grados que se establecían de 4 años, con enfoques generalistas. Para formarse en la especialización habría que hacer un máster de 1 año (no incluyo algunas carreras como Medicina o Arquitectura en las que los másteres tendrían que ser de dos años).

Después de muchos años de espera, de oposición al plan, de ajustes en las titulaciones, de idas y venidas, hace seis años se comenzaron a implantar definitivamente los Grados. Pero dado que había que sacar dinero como fuera, no se esperó a que acabaran las primeras promociones del nuevo plan, sino que se ofertaron pronto los másteres, ya que las tasas de matrículas en los mismos superan con creces al de un curso normal.

En la actualidad la oferta de másteres es muy diversa, pues cada Universidad española puede ofrecer los que considere oportuno. Sus precios oscilan, de modo que los más económicos no bajan de los 2.000 euros por curso y los más altos pueden llegar, por ejemplo, a los 11.500 euros que cuesta el de ‘Administración y dirección de empresas’ de la Universidad Carlos III de Madrid.

Como he dicho, al ministro de Educación, Cultura y Deportes se le ocurrió que los Grados podrían bajar a 3 años, para que los másteres subieran a 2 años, con lo que las familias tendrían que aportar unas cantidades considerables para que sus hijos pudieran lograr una titulación que les pudiera servir algo en medio de la enorme crisis que vivimos.

¿Uno se imagina qué familia puede pagar, por lo bajo, unos 5.000 euros para que su hijo o hija haga un máster? O si un estudiante que ha finalizado la titulación de Grado y desea hacer algo parecido a ‘Administración y dirección de empresas’ de la Carlos III, ¿cuántas familias podrían desembolsar 23.000 euros para que cumpliera sus aspiraciones?

Sin embargo, las universidades privadas se frotan las manos. Crecen como la espuma. Desde 1997 han pasado de 13 a 33, mientras que las públicas permanecen en las mismas que existían desde entonces. Las privadas que tienen el 12 por ciento del alumnado universitario en los Grados; sin embargo, logran el 28 por ciento en los estudios de Másteres… porque muchos piensan: “Ya que tengo que pagar una cantidad tan alta, para eso lo hago en una universidad privada”.

Los vientos neoliberales han dado lugar a que las universidades públicas recorten sus presupuestos en 1.500 millones entre 2010 y 2014. A ello se sumarían otros 1.000 millones con el plan 3+2, al tener que impartirse un curso menos en los Grados. A ello hay que añadir que los estudiantes han visto aumentar considerablemente las tasas de las matrículas, al tiempo que se han reducido la cuantía de las becas.

Ante este panorama, el ministro Wert apunta que el plan 3+2 se ajustaría a los modelos que se adoptaron en la mayoría de los países europeos. Y uno se pregunta: “Si fuera así, ¿por qué no se hizo antes?”. De todos modos, el profesor francés Guy Haug, uno de los padres del plan Bolonia, le respondería que no es cierto, que las opciones han sido diversas y que él cree que el actual de 4+1 es perfectamente válido y que conviene que haya titulaciones de Grados sólidas.

Pero, como digo, aquí se trata de echar a gente de la Universidad pública que supuestamente sobran, y, lógicamente, quienes supuestamente están de más son los que tienen menos dinero. Más o menos esa clase social que la Dama de Hierro la consideraba como parasitaria.

A modo de colofón: Uno imagina que un día José Ignacio ascenderá al Olimpo en el que habitan los dioses neoliberales y se topará en la puerta con sus dos grandes profetas. Margaret y Ronald antes de darle paso, intrigados y deseosos de nuevas noticias, le preguntarán: “¿Por fin habéis instalado el Reino Neoliberal en la faz de la Tierra, tal como nosotros predicamos, y que tú y los tuyos con tanto entusiasmo llevasteis adelante contra viento y marea?”. La respuesta la tendremos a final de año.

AURELIANO SÁINZ