Una de las grandes virtudes del ser humano es la fidelidad o la lealtad, valor que suele ponerse a prueba a lo largo de la vida, pues una cuestión es defender grandes principios y otra es ser capaz de llevarlos a la práctica en los momentos difíciles que suelen aparecer con el transcurso del tiempo.
Cuando se es joven se defiende con tesón aquello en lo que uno cree; pero, con el transcurrir de los años, paso a paso, se suele ir abandonándolo, de modo que se entra en una especie de pragmatismo, cuando no de escepticismo, por lo que algunos difícilmente pueden entonces reconocerse en los sueños e ideales de la juventud.
La fidelidad tiene distintos rostros, pues no solamente viene referida a uno mismo, sino que también hay que contemplarla con relación a los demás. Así, se puede ser fiel a la pareja, al amigo, a la familia, al grupo, en el trabajo, a las creencias, a los principios… Incluso a quien se conoce poco y que por alguna circunstancia se ha establecido cierta relación que exige compromiso en la palabra dada.
Tras lo indicado, y dada las dificultades de trasladar este concepto al mundo de las imágenes, me ha parecido adecuada como portada la fotografía de un hombre y una mujer que tomé tiempo atrás y que caminan de manera acompasada hacia las luces del amanecer.
Si nos remontamos a su origen etimológico, la referencia se encuentra en la voz latina fides (fe), que a su vez está emparentada con fidere (fiar), de donde se derivan ‘confiar’, ‘confianza’, ‘confidencia’ o ‘confidente’, por lo que este valor se aplica a ser fiel o leal a alguien al que se ha prometido algo en virtud de la confianza que se tiene depositada en él o en ella por ser una persona fiable.
Dos de sus características son la libertad y la constancia. Se entiende bien que nadie, a la fuerza o por coacción, está obligado a mantenerse fiel a algo impuesto. Indico esto porque es habitual que a los niños se les imponga determinados principios o creencias cuando todavía no tienen capacidad de comprender sus significados.
Por otro lado, la lealtad o fidelidad consigo mismo (y con otros) hay que mantenerla con el paso del tiempo, especialmente en el actual mundo digital, pues parece que nos movemos en lo que Zygmunt Bauman llamó “modernidad o sociedad líquida”, es decir, sin que tengamos unas convicciones o principios sólidos en los que individual o socialmente nos podamos apoyar y estar seguros del terreno que pisamos. Y una vez que brevemente he introducido el concepto de fidelidad, conviene que veamos cinco aforismos o frases de autores que han abordado este tema.
1. El fundamento de mi ser y de mi identidad es puramente moral: se encuentra en la lealtad que me he jurado a mí mismo. Realmente soy otro distinto de ayer; aunque sigo siendo el mismo porque me reconozco como yo mismo, porque asumo como propio el pasado y porque en el futuro espero seguir mi compromiso presente [Michel de Montaigne (1533-1592)].
Del filósofo francés Montaigne son muy conocidos sus escritos recopilados en su principal obra que llevó el título de Ensayos, y que, con un carácter autorreflexivo, explicó su visión de la realidad a partir de sus propias vivencias. También es muy conocida la relación de inquebrantable amistad que mantuvo con Étienne de La Boétie, a su vez autor del Discurso sobre la servidumbre voluntaria, pequeña obra que merece la pena ser leída en la actualidad, en la que hay tantas gentes dispuestas a acatar normas o principios en los que no creen con tal de ser aceptados o poder escalar socialmente.
2. La piedad es un estorbo para el ambicioso. Y no solo la piedad, también la lealtad [Carlos Castilla del Pino (1922-2009)].
Castilla del Pino, con otra breve frase, incide en las dificultades con las que tropieza la fidelidad en un mundo en el que la lucha y la competitividad son ejes sobre los que pivota la actual sociedad, ya que la lealtad, entendida como una de las grandes virtudes del ser humano, por muchos es tomada como un estorbo para avanzar en la selva del individualismo a ultranza que cotidianamente se nos predica.
3. Muchas veces se aduce fidelidad a uno mismo para perpetuar la terquedad en el error conveniente [Carlos Castilla del Pino (1922-2009)].
De nuevo vuelvo a quien fuera un eminente psiquiatra ya que con este breve aforismo parece necesario matizar el término fidelidad, puesto que con bastante frecuencia “el llevar razón” de una manera obstinada da lugar a que se defiendan posiciones que parecen como si poner en duda algo de lo que se polemiza fuera cuestionarse la propia persona. Como ejemplo, basta asomarse a los debates que se dan en algunos medios de comunicación para comprobarlo inmediatamente.
4. ¿La fidelidad es o no loable? Según, o dicho de otra manera: depende de los valores a los que uno sea fiel. Nadie puede decir, por ejemplo, que el resentimiento sea una virtud, aunque se mantenga fiel a su odio y a sus cóleras. Tener una buena memoria en lo que respecta a una afrenta es una fidelidad negativa [Vladimir Jankélévitch (1903-1985)].
Vladimir Jankélévitch, escritor francés de origen ruso, en su obra Traité des vertus (Tratado sobre las virtudes) , acertadamente se interroga si de por sí misma la fidelidad es positiva. Y su respuesta es clara: estaría en función de los principios que se defienden o de los objetivos que se buscan.
5. La fidelidad no lo disculpa todo: ser fiel a lo peor es peor que renegar a ello. Las SS juraban fidelidad a Hitler, y esta fidelidad era criminal [André Comte-Sponville (1952)].
Curiosamente, he cerrado con tres citas que nos alertan de que la idea de fidelidad no siempre es una virtud, a menos que se ligue con aquellos valores que a lo largo de la historia son los mejores que ha construido el ser humano. Tenemos, por ejemplo, el caso de Adolf Hitler que fue fiel a sus principios hasta el final de sus días, tanto que acabó suicidándose al verlos derrotados. Hoy se encarnan en personajes siniestros como Trump, Putin, Netanyahu o Milei. Por desgracia, ejemplos no nos faltan en el mundo actual.
Cuando se es joven se defiende con tesón aquello en lo que uno cree; pero, con el transcurrir de los años, paso a paso, se suele ir abandonándolo, de modo que se entra en una especie de pragmatismo, cuando no de escepticismo, por lo que algunos difícilmente pueden entonces reconocerse en los sueños e ideales de la juventud.
La fidelidad tiene distintos rostros, pues no solamente viene referida a uno mismo, sino que también hay que contemplarla con relación a los demás. Así, se puede ser fiel a la pareja, al amigo, a la familia, al grupo, en el trabajo, a las creencias, a los principios… Incluso a quien se conoce poco y que por alguna circunstancia se ha establecido cierta relación que exige compromiso en la palabra dada.
Tras lo indicado, y dada las dificultades de trasladar este concepto al mundo de las imágenes, me ha parecido adecuada como portada la fotografía de un hombre y una mujer que tomé tiempo atrás y que caminan de manera acompasada hacia las luces del amanecer.
Si nos remontamos a su origen etimológico, la referencia se encuentra en la voz latina fides (fe), que a su vez está emparentada con fidere (fiar), de donde se derivan ‘confiar’, ‘confianza’, ‘confidencia’ o ‘confidente’, por lo que este valor se aplica a ser fiel o leal a alguien al que se ha prometido algo en virtud de la confianza que se tiene depositada en él o en ella por ser una persona fiable.
Dos de sus características son la libertad y la constancia. Se entiende bien que nadie, a la fuerza o por coacción, está obligado a mantenerse fiel a algo impuesto. Indico esto porque es habitual que a los niños se les imponga determinados principios o creencias cuando todavía no tienen capacidad de comprender sus significados.
Por otro lado, la lealtad o fidelidad consigo mismo (y con otros) hay que mantenerla con el paso del tiempo, especialmente en el actual mundo digital, pues parece que nos movemos en lo que Zygmunt Bauman llamó “modernidad o sociedad líquida”, es decir, sin que tengamos unas convicciones o principios sólidos en los que individual o socialmente nos podamos apoyar y estar seguros del terreno que pisamos. Y una vez que brevemente he introducido el concepto de fidelidad, conviene que veamos cinco aforismos o frases de autores que han abordado este tema.
1. El fundamento de mi ser y de mi identidad es puramente moral: se encuentra en la lealtad que me he jurado a mí mismo. Realmente soy otro distinto de ayer; aunque sigo siendo el mismo porque me reconozco como yo mismo, porque asumo como propio el pasado y porque en el futuro espero seguir mi compromiso presente [Michel de Montaigne (1533-1592)].
Del filósofo francés Montaigne son muy conocidos sus escritos recopilados en su principal obra que llevó el título de Ensayos, y que, con un carácter autorreflexivo, explicó su visión de la realidad a partir de sus propias vivencias. También es muy conocida la relación de inquebrantable amistad que mantuvo con Étienne de La Boétie, a su vez autor del Discurso sobre la servidumbre voluntaria, pequeña obra que merece la pena ser leída en la actualidad, en la que hay tantas gentes dispuestas a acatar normas o principios en los que no creen con tal de ser aceptados o poder escalar socialmente.
2. La piedad es un estorbo para el ambicioso. Y no solo la piedad, también la lealtad [Carlos Castilla del Pino (1922-2009)].
Castilla del Pino, con otra breve frase, incide en las dificultades con las que tropieza la fidelidad en un mundo en el que la lucha y la competitividad son ejes sobre los que pivota la actual sociedad, ya que la lealtad, entendida como una de las grandes virtudes del ser humano, por muchos es tomada como un estorbo para avanzar en la selva del individualismo a ultranza que cotidianamente se nos predica.
3. Muchas veces se aduce fidelidad a uno mismo para perpetuar la terquedad en el error conveniente [Carlos Castilla del Pino (1922-2009)].
De nuevo vuelvo a quien fuera un eminente psiquiatra ya que con este breve aforismo parece necesario matizar el término fidelidad, puesto que con bastante frecuencia “el llevar razón” de una manera obstinada da lugar a que se defiendan posiciones que parecen como si poner en duda algo de lo que se polemiza fuera cuestionarse la propia persona. Como ejemplo, basta asomarse a los debates que se dan en algunos medios de comunicación para comprobarlo inmediatamente.
4. ¿La fidelidad es o no loable? Según, o dicho de otra manera: depende de los valores a los que uno sea fiel. Nadie puede decir, por ejemplo, que el resentimiento sea una virtud, aunque se mantenga fiel a su odio y a sus cóleras. Tener una buena memoria en lo que respecta a una afrenta es una fidelidad negativa [Vladimir Jankélévitch (1903-1985)].
Vladimir Jankélévitch, escritor francés de origen ruso, en su obra Traité des vertus (Tratado sobre las virtudes) , acertadamente se interroga si de por sí misma la fidelidad es positiva. Y su respuesta es clara: estaría en función de los principios que se defienden o de los objetivos que se buscan.
5. La fidelidad no lo disculpa todo: ser fiel a lo peor es peor que renegar a ello. Las SS juraban fidelidad a Hitler, y esta fidelidad era criminal [André Comte-Sponville (1952)].
Curiosamente, he cerrado con tres citas que nos alertan de que la idea de fidelidad no siempre es una virtud, a menos que se ligue con aquellos valores que a lo largo de la historia son los mejores que ha construido el ser humano. Tenemos, por ejemplo, el caso de Adolf Hitler que fue fiel a sus principios hasta el final de sus días, tanto que acabó suicidándose al verlos derrotados. Hoy se encarnan en personajes siniestros como Trump, Putin, Netanyahu o Milei. Por desgracia, ejemplos no nos faltan en el mundo actual.
AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍA: AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍA: AURELIANO SÁINZ






























