La plaga del prays ha dañado ya al 35 por ciento de las aceitunas en la provincia de Córdoba, según ha informado la organización agraria Asaja Córdoba, que ha centrado la alerta especialmente en los olivares de la zona sur. El insecto, cuyo nombre científico es Prays oleae, está registrando este año un ciclo de vuelo inusualmente alto, lo que ha convertido esta campaña en una de las más agresivas que se recuerdan.
El prays, silencioso pero persistente, ataca en distintas fases del crecimiento del olivo. Primero consume hojas y yemas —es la etapa conocida como filófaga—, después se alimenta de las flores —generación antófaga— y, por último, llega la más temida: la generación carpófaga.
Es en esta última cuando la plaga se centra en el fruto, las aceitunas, provocando los daños más graves y visibles en el campo. “Estamos ante la tercera generación, la carpófaga, que se alimenta de las aceitunas siendo, por tanto, la más dañina”, han señalado desde Asaja.
Los efectos ya se están notando. El elevado vuelo de este insecto durante todo su ciclo vital ha provocado que las flores hayan sido severamente atacadas en primavera, y ahora, en plena fase de maduración del fruto, la incertidumbre crece entre los agricultores.
Una vez que el prays deposita sus huevos y estos eclosionan, las larvas penetran en la aceituna y se alimentan del hueso desde dentro. El daño no solo es inmediato, sino que sigue su curso hasta septiembre, cuando las larvas abandonan el fruto por el pedúnculo. Entonces, muchas aceitunas terminan en el suelo antes de tiempo, imposibilitando su recolección y reduciendo drásticamente el rendimiento de la cosecha.
“Pudiendo disminuir la cosecha en un porcentaje elevado”, han advertido desde Asaja, la organización subraya que el momento actual es crucial. Cada decisión puede marcar la diferencia entre salvar una parte del fruto o asumir pérdidas mayores.
Por ello, han aconsejado a los olivicultores que consulten con técnicos especializados para determinar el tratamiento más adecuado y, sobre todo, el momento oportuno para aplicarlo. Porque en esta lucha contra el prays, el tiempo también cuenta.
La campaña de este año, marcada por la inestabilidad climática y la fuerte presencia de plagas, vuelve a poner de manifiesto la vulnerabilidad del olivar andaluz ante fenómenos naturales que escapan al control directo del agricultor. Y es que, en palabras de quienes trabajan la tierra, no hay mayor preocupación que mirar al árbol y ver que, un año más, el fruto se pierde antes de tiempo.
El prays, silencioso pero persistente, ataca en distintas fases del crecimiento del olivo. Primero consume hojas y yemas —es la etapa conocida como filófaga—, después se alimenta de las flores —generación antófaga— y, por último, llega la más temida: la generación carpófaga.
Es en esta última cuando la plaga se centra en el fruto, las aceitunas, provocando los daños más graves y visibles en el campo. “Estamos ante la tercera generación, la carpófaga, que se alimenta de las aceitunas siendo, por tanto, la más dañina”, han señalado desde Asaja.

Los efectos ya se están notando. El elevado vuelo de este insecto durante todo su ciclo vital ha provocado que las flores hayan sido severamente atacadas en primavera, y ahora, en plena fase de maduración del fruto, la incertidumbre crece entre los agricultores.
Una vez que el prays deposita sus huevos y estos eclosionan, las larvas penetran en la aceituna y se alimentan del hueso desde dentro. El daño no solo es inmediato, sino que sigue su curso hasta septiembre, cuando las larvas abandonan el fruto por el pedúnculo. Entonces, muchas aceitunas terminan en el suelo antes de tiempo, imposibilitando su recolección y reduciendo drásticamente el rendimiento de la cosecha.
“Pudiendo disminuir la cosecha en un porcentaje elevado”, han advertido desde Asaja, la organización subraya que el momento actual es crucial. Cada decisión puede marcar la diferencia entre salvar una parte del fruto o asumir pérdidas mayores.

Por ello, han aconsejado a los olivicultores que consulten con técnicos especializados para determinar el tratamiento más adecuado y, sobre todo, el momento oportuno para aplicarlo. Porque en esta lucha contra el prays, el tiempo también cuenta.
La campaña de este año, marcada por la inestabilidad climática y la fuerte presencia de plagas, vuelve a poner de manifiesto la vulnerabilidad del olivar andaluz ante fenómenos naturales que escapan al control directo del agricultor. Y es que, en palabras de quienes trabajan la tierra, no hay mayor preocupación que mirar al árbol y ver que, un año más, el fruto se pierde antes de tiempo.
REDACCIÓN / ANDALUCÍA DIGITAL
FOTOGRAFÍA: ASAJA CÓRDOBA
FOTOGRAFÍA: ASAJA CÓRDOBA

