La provincia de Córdoba ha dado inicio a la recogida y al arranque mecanizado del ajo en una campaña que destaca, sobre todo, por la alta calidad del producto. Así lo ha anunciado Miguel del Pino, presidente de la Sectorial del Ajo de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja), quien ha subrayado que, pese a las dificultades de la siembra, el resultado promete superar las previsiones más optimistas.
En un contexto marcado por la incertidumbre hídrica, los productores tomaron decisiones difíciles. Aunque la previsión inicial rondaba las mil hectáreas sembradas, cifra similar a la del año anterior, la realidad es que apenas se han cultivado 400 hectáreas.
El motivo se remonta a los meses de otoño e invierno, cuando debe realizarse la siembra y cuando la escasez de agua sembraba dudas entre los agricultores. Sin garantías de riego, muchos optaron por desplazar sus explotaciones a otras provincias con mayor disponibilidad hídrica, como Sevilla, Málaga o Castilla-La Mancha.
La situación actual contrasta de forma drástica con la vivida en los años ochenta y noventa, cuando el cultivo del ajo en Córdoba superaba las 9.000 hectáreas. Desde entonces, la superficie se ha ido reduciendo sin tregua. A los problemas de disponibilidad de agua se suman otros factores que han mermado la rentabilidad: el imparable aumento de los costes de producción —que pueden alcanzar entre 12.000 y 13.000 euros por hectárea— y las restricciones impuestas por la Unión Europea al uso de productos fitosanitarios.
A pesar de estos desafíos, el mercado parece ofrecer un respiro. Aunque los precios aún no están cerrados y dependen en gran medida de la presentación y la calidad del ajo, todo apunta a que no habrá una caída significativa. La estimación más razonable sitúa el precio medio en torno a los 4,5 euros por kilo, una cifra que, sin ser excepcional, alivia el esfuerzo de quienes siguen apostando por este cultivo emblemático.
En un contexto marcado por la incertidumbre hídrica, los productores tomaron decisiones difíciles. Aunque la previsión inicial rondaba las mil hectáreas sembradas, cifra similar a la del año anterior, la realidad es que apenas se han cultivado 400 hectáreas.
El motivo se remonta a los meses de otoño e invierno, cuando debe realizarse la siembra y cuando la escasez de agua sembraba dudas entre los agricultores. Sin garantías de riego, muchos optaron por desplazar sus explotaciones a otras provincias con mayor disponibilidad hídrica, como Sevilla, Málaga o Castilla-La Mancha.

La situación actual contrasta de forma drástica con la vivida en los años ochenta y noventa, cuando el cultivo del ajo en Córdoba superaba las 9.000 hectáreas. Desde entonces, la superficie se ha ido reduciendo sin tregua. A los problemas de disponibilidad de agua se suman otros factores que han mermado la rentabilidad: el imparable aumento de los costes de producción —que pueden alcanzar entre 12.000 y 13.000 euros por hectárea— y las restricciones impuestas por la Unión Europea al uso de productos fitosanitarios.
A pesar de estos desafíos, el mercado parece ofrecer un respiro. Aunque los precios aún no están cerrados y dependen en gran medida de la presentación y la calidad del ajo, todo apunta a que no habrá una caída significativa. La estimación más razonable sitúa el precio medio en torno a los 4,5 euros por kilo, una cifra que, sin ser excepcional, alivia el esfuerzo de quienes siguen apostando por este cultivo emblemático.
REDACCIÓN / ANDALUCÍA DIGITAL
FOTOGRAFÍA: JUNTA DE ANDALUCÍA
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