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Pepe Cantillo | Turbios disturbios

La semana pasada ha sido patética y vergonzosa a causa de los graves altercados que han tenido lugar en varias ciudades y que han provocado daños materiales y heridos entre los manifestantes y la Policía. Sucesos que han alterado el orden por la violencia de los enfrentamientos y han creado también un malestar ciudadano.


El título que sugiere la situación apunta a algo turbio, “confuso o poco claro” en cuanto a las causas. Y me refiero a “disturbio como “alteración, perturbación de la paz y la concordia” en las ciudades que, como he apuntado anteriormente, han sufrido y soportado los desmanes de una multitud de gente descolocada y dispuesta a quemar su propia sombra si se le pone delante.

Una multitud integrada por gente joven y no tan joven que, vociferando machaconamente sus lemas, se han enfrentado de forma provocativa contra las fuerzas del orden público. Lo de 
orden público suena, en este caso, a una broma pesada.

Una salvedad. No podemos negar que entre la variopinta multitud que intervino había gente de toda broza “que vive con libertad, sin tener oficio ni empleo conocido”, que es amiga de lo ajeno, pero también, no lo olvidemos, había personas pacíficas que defienden en este caso lo indefendible, mientras no haya cambios en las leyes. O eso se supone.

Estamos frente a una “multitud de gente considerada como un conjunto desordenado y variopinto”, pero no es cierto. La realidad es que se trata de un “ejército” bien pertrechado y dirigido, que es capaz de arrastrar a una multitud de jóvenes “pipiolos” con ansias de aventura y protagonismo. Hay jóvenes que proceden de colectivos y formaciones de ideología nacionalista, independentista, anarquista, antifascista y de un amplio espectro de la izquierda.

Seguramente, en el conjunto de manifestantes dominan los llamados “antisistema”, anarquistas o no, uno de cuyos objetivos es saquear y, de paso, apolillar el sistema. Una salvedad: si dicho sistema no me gusta y no coincido con su credo, el follón montado estará totalmente justificado. Montar follón alude a “alboroto, discusión tumultuosa”, en definitiva, a “desorden, enredo, complicación”.

Estas batallas campales no dejan de ser una “lucha violenta entre muchas personas, generalmente espontánea y desordenada”. Pero aceptando que hay violencia a tope y desorden por doquier, sin embargo hay que negar la “espontaneidad” de tales hechos, porque es simple y llanamente falsa.

Las manifestaciones con sobredosis de violencia están preparadas y cargadas de antemano con “munición”. Como ejemplo patente, valga el dato de la quema del mobiliario urbano. Una colilla de tabaco no tiene posibilidad de prender fuego ni al contenedor ni a otros muchos objetos.

Los actos vandálicos de la pasada semana no han asaltado el escenario de las distintas ciudades por generación espontánea y, al paso que vamos y el eco que está despertando, derramándose por la geografía ibérica, puede que tengamos bronca para mucho tiempo.

¿Se ponen en movimiento por casualidad? ¿Han sido manipulados e instigados por un ente escondido en la oscuridad? ¿Quiénes están detrás de las violentas protestas en apoyo al rapero Pablo Hasél? Podemos elucubrar cuanto queramos sobre el tema y no sacar nada en limpio.

Buscar una explicación convincente para montar una guerra a muerte. Y si es menester, con todo lo que se les ponga por delante a estos mozos guerrilleros, tanto si el objetivo es la Policía como los escenarios del enfrentamiento.

Por eso hay que aceptar, nos dicen por doquier, que las manifestaciones eran pacificas y pedían la libertad de expresión y la puesta en libertad del rapero. Así las han justificado también algunos políticos. Sin embargo, el rapero fue encarcelado por otros cargos.

Dicho personaje ya levantó una tormenta de arena roja traída del desierto cuando se encerró en el fuerte de la Universidad leridana que, dicho sea de paso, ha sido maltratada con bastante rabia por los simpatizantes del mozo.

Remarco que algo o alguien aparece como turbio, es decir, poco claro y sí muy confuso, cuando el trasfondo de la cuestión no aporta razones debidamente contrastadas y la actuación y causa de las manifestaciones no ha sido resuelta. Queda claro que el rapero era la excusa necesaria para montar un pitote de envergadura y, de paso, convertirlo en mártir santificado por una multitud que, inquieta y movida, pide justicia.

Una matización que deberíamos tener clara: la violencia en ningún caso es camino que pueda conducir a vivir en democracia. Si acaso, es el “estímulo” para generar más violencia entre manifestantes y fuerzas antidisturbios y el vecindario y comerciantes, que han visto peligrar sus propias casas.

La situación es funesta, es decir, “aciaga” porque es origen de pesares o de ruina” que termina pagando el sufrido contribuyente. Estamos ante un impasse triste y desgraciado que no conduce a ningún sitio.

Hagamos un breve repaso a lo acaecido en los diversos escenarios. Los daños ocasionados, tanto a las personas como al mobiliario urbano, son cuantiosos en cada una de las ciudades donde el odio ha prendido fuego destructor. 

El saldo de los enfrentamientos deja heridos entre manifestantes y policías, el mobiliario urbano quemado junto con algunos negocios que han sido destrozados, asaltados y saqueados, dando una triste estampa de lo ocurrido.

¿Acaso dichos establecimientos son de la Policía y, por tanto, hay que destrozarlos? Quizás piensan que solo pertenecen a ricos capitalistas y ello justifica el asalto y ulterior saqueo de los mismos. Los contenedores de basura y reciclaje sirven, en la mayoría de manifestaciones, sea por la razón que sea, de barrera de fuego para defenderse mejor.

Dichos recipientes son para depositar “residuos varios”. Idea que encaja perfectamente, dicho sea de paso, con la misión de un comportamiento ecológico por el bien de nuestro hogar universal que es el planeta.

Nuestros jóvenes, todos en general, son ecologistas declarados, eso dicen. Lo cual no quita que actúen en contra de esta idea. Prueba de ello es la contaminación que producen sus incendios, eso sí, guiados por una supuesta razón de ¿justicia? Podríamos seguir desgranando razones pero, como muestra, con un botón antisocial puede que tengamos bastante.

Se habla de “movimientos antirrepresivos” que actúan como y cuando les interesa. Las circunstancias restrictivas por el virus colaboran con ello y ofrecen un mecanismo de escape ante las prohibiciones, primero del encierro y a las que se suman ahora las restricciones de movilidad, de encuentros festivos.

Otras fuentes añaden que la juventud está muy aburrida. Como excusa, se alega la libertad de expresión para provocar altercados callejeros. Desde distintos frentes políticos, algún que otro alcalde incluido, se brama (solamente) contra la violencia policial y en defensa de los pobrecitos manifestantes.

Finalizo estas líneas con una cita de El Confidencial que muestra la “inocencia” de parte de los manifestantes. “La plataforma 'indepe' Desobediència Civil lleva desde el 4 de febrero repartiendo manuales de ´defensa civil´ entre los activistas”. Avisan: “¡Preparaos para una noche larga! Llevad agua, comida, ropa…”, y ¿líquidos inflamables para prender fuego? me pregunto yo. Parece que sí, dado que un contenedor (repito) no sale ardiendo porque le tiremos una colilla.

Para comprender mejor la preparación de parte de los manifestantes, en el periódico veamos el revelador cuadro titulado Tècniques dels manifestants que señala los puntos peligrosos que se deben tener en cuenta para salir ileso de cualquier enfrentamiento.

PEPE CANTILLO
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