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María Jesús Sánchez | Invierno

Sentada en el parque, rodeada de frío, veo huir las hojas de los árboles caídas. Giran sobre sí mismas pretendiendo traspasar las puertas que enjaulan este recinto. Es una carrera hermosa. Cada una es de un color y las hay grandes y pequeñas.


Una bandada de pájaros vuela unida bajo un cielo casi blanco. El viento intenta colarse entre mi ropa, parece querer empujarme hacia mi hogar, pero yo lo paro con gruesos abrigos y disfruto de este frío que me hace sentir viva. Aprovecho la luz del día para salir de mi cueva calentita. Mi hibernación no es completa: solo se circunscribe a la oscuridad.

Cuando retorno a casa llega el premio, la recompensa al paseo: una ducha calentita y el forrito polar celeste que tantos inviernos me ha acompañado. Buen algodón el de este amigo. Llego al sofá, a la habitación calentita, y allí me espera mi manta color canela.

Me hago un ovillo con ella, busco algo que ver en los mil canales de la tele y me quedo con esa película de una obra de Jane Austen que tantas veces he visto. Desafío al pasillo, esta peli se merece un chocolate calentito. La cocina está fría, pero el premio es grande. Sentada, cubiertas las piernas y con la taza calentando mis dedos, siento que me gusta el invierno. Me dicen que soy rara, pero mi rareza me hace feliz.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ