Ir al contenido principal

Pepe Cantillo | Hagan juego (2)

Las palabras “juego” y “jugar” proporcionan una amplia gama de definiciones según la actividad a la que hagan referencia. La RAE ofrece una veintena en cada uno de dichos conceptos. El término “juego” hace referencia desde “entretenimiento o diversión” a “habilidad o astucia para conseguir algo”. Por su parte, “jugar” alude a “tomar parte en uno de los juegos sometidos a reglas por diversión, por vicio o con el fin de ganar dinero” (sic).



En la antigua Grecia, la locución “juego” apuntaba a las acciones propias de los niños y expresaba lo que entre nosotros se denomina hoy “hacer chiquilladas”. Para los hebreos, la palabra “juego” aludía al concepto de “broma y risa”. Entre los romanos, “ludo” significaba “alegría”, “jolgorio”.

El juego suele ir, en la mayoría de casos, enredado con motivaciones y actitudes muy diversas. Los niños juegan por el placer de jugar, para divertirse; es lo que podríamos llamar “juego puro” puesto que carece de segundas intenciones; mientras que en los adultos entran en el lote diversas motivaciones a veces más importantes que el juego.

Una de estas motivaciones es la de ganar dinero. Ésta es la que nos conduce a una dependencia, a un caer prisionero de la propia actividad. Me refiero al juego como vicio, como enfermedad, como patología. Bien es verdad que, en ocasiones, el mero hecho de jugar para ganar se convierte en una dependencia en sí misma. Todos los juegos de azar llevan implícito el saber jugar y el placer de ganar.

Los tipos más frecuentes dentro de los llamados juegos de azar son: las cartas con baraja francesa o española que, en teoría, son repartidas al azar, aunque dicen que pueden ir marcadas, ayudando así a la suerte. Juego de dados que se lanzan y… ¡suerte!

En los juegos de casino entran las máquinas tragaperras cuya suerte depende de unos bombos que previamente hay que elegir y los rulos darán o no la suerte. En Cara o cruz, la fortuna depende de cómo caigan unas monedas lanzadas previamente al aire. En las apuestas deportivas se arriesga dinero por uno de los equipos que participan.

Hay otros juegos de azar como las carreras de caballos, el bingo, las quinielas que también entran en el paquete y la conocida lotería que, entre nosotros, se juega cada semana y cuyo desmadre acaece por Navidad. Digo “desmadre” porque somos muchos los que compramos uno o varios décimos y a esperar la suerte con el “Gordo” de Navidad o con la del “Niño”. Dentro de la lotería hay otras muchas modalidades.

Curiosidad. La lotería como juego no nació ayer. Se jugaba por entretenimiento en la Roma imperial o entre la nobleza de la Edad Media. En España aparece en el reinado de Carlos III y su finalidad era aumentar los ingresos de la Corona. Parece ser que fue una copia de la francesa, aunque para muchos la original procedía de Italia: era la llamada “Lotta” que significa “lucha entre el jugador y la suerte”. En España será definitivamente oficial en 1811 como Lotería Nacional.

Los juegos de apuestas implican arriesgar una determinada cantidad de dinero o bienes materiales con la esperanza de que algo, como un juego, un evento deportivo tendrá un resultado favorable para quien juega, cuestión que depende del puro azar. La cantidad apostada, en caso de acierto se rescata a expensas de las pérdidas de los demás.

La invasión de información sobre cuestiones alrededor de los juegos es irritante sobre todo cuando va sobrecargada de bulos. En el caso del juego con dinero de cargante ha pasado a ser agobiante para el jugador.

Para escribir estas líneas he consultado distintas fuentes y como la palabra mágica es “juego” ahora, cuando entro en cualquier página, los anuncios de juego brotan como setas después de una buena lluvia.

Otro ejemplo que debemos tener en cuenta: los periódicos digitales bombardean con infinidad de ofertas, regalo de dinero para quienes deseen jugar online o de “cuerpo presente”. Esto suena mal pero no solo se está muerto porque se acabó la vida, también se puede estar muerto por las dependencias. He hecho una transferencia verbal con toda la intención.

En referencia a la prensa digital señalo y remarco una serie de noticias relacionadas con el juego. Las ofrecen con apariencia de curiosidad pero están manchadas de miserable incitación. La prensa sabe despertar la curiosidad del lector para que lea tal informe.

Cito ejemplos sacados de algunos digitales. “Tarda 4 días en comprar lotería porque no le gustaba el número y gana 50.000 dólares”. “Se equivoca al rellenar la lotería y gana dos veces el primer premio, sin querer”. Pregunta tonta: si no quería, ¿por qué juega?

Sigo. “Una familia gana la lotería y se pasa la noche sin dormir porque no se lo creen”. “Gana 4,1 millones de euros en la lotería tras cambiar un número que le recordaba a su ex marido”. “Ganan un millón en la lotería gracias a su gato hambriento”. “Les toca la lotería (otra vez) 12 años después de ganar el premio gordo”.

“Ganó la lotería con 4 compañeros de trabajo y huyó del país para no darles su parte”. “Un acertante de segunda categoría en el Euromillones gana 572.000 euros y ya hay un bote de 47 millones”. ¿Curiosidad? No, es el punto de apoyo de la prensa para incitar a los lectores.

Cierro este rosario con el “European Póker Tour, la gran bacanal del póker en la que participan deportistas famosos”. Ídolos populares a los que es fácil imitar en diversas cuestiones (vestimenta, cortes de pelo,… y cómo no, en juegos de azar).

Una referencia a una noticia que no tiene desperdicio. Según información extraída de El Confidencial “La Liga de las apuestas: 19 de los 20 equipos se rinden al dinero del juego online”. “El único club de Primera División que se resiste a asociar su nombre con una casa de apuestas es la Real Sociedad”. Detalles. El anuncio que sale con la noticia es de un casino que “te regala 20 euros y juega ahora”. Eso sí, en la pegatina donde aparece la bandera estatal indican “18+” y se entiende que es para mayores de edad.

“LaLiga presume de estar en la vanguardia en la lucha contra ese fraude” y de paso se beneficia de dicho patrocinio. Según el citado texto,“en 2017 se jugaron 5.500 millones. Y en el primer trimestre de este año ya iban 1.600 millones”. Pregunta inocente ¿queda alguien que pueda presumir de honradez, o de no estar “untado”?

Estas noticias de prensa saben despertar la curiosidad del lector y de ésta se puede saltar a la acción que es jugar. Si los locales de juego han aumentado mucho, la curiosidad ha “picado” aun más. De entrada te regalan una pequeña cantidad para que juegues…

Parece ser que el juego en general y la dependencia de él en particular, están creciendo a pasos de gigante. El perfil de una persona adicta al juego, por norma general, “suele ser hombres entre 40 y 50 años de media”. Según otras fuentes “el tipo de jugador suele tener entre 18 y 43 años”. El dato cierto es que en los últimos años “ha habido un aumento notable entre los más jóvenes, incluidos los menores de edad”.

Estamos ante una dependencia que los expertos no acaban de catalogar. Enfermedad psicológica, trastorno del control de impulsos, problemas de falta de voluntad. Lo único claro es que esta dependencia se le llama “ludopatía”. Un buen número de investigaciones han concluido en que la ludopatía constituye un trastorno adictivo y que, por tanto, puede clasificarse como enfermedad mental.

PEPE CANTILLO