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Rafael Soto | Posverdad

En ocasiones, usamos palabrejas cool para denominar realidades que siempre han estado ahí y estarán, porque son inseparables de la naturaleza humana. La manipulación es una de ellas. Hay innumerables casos, pero os pondré uno con el que me he encontrado recientemente.



A finales de 1619, el impresor Felipe Mey publicó en Valencia el último número de aquel año de la primera publicación semiperiódica conocida en España, La Gazeta de Roma, con el título: Relación venida de Roma en este último ordinario, que llegó a los postreros del mes de noviembre de este año 1619 (texto modernizado).

En ella, se puede leer el siguiente aviso —carta resumida o abreviada recopilada por un autor anónimo, avisar es escribir en cartas—: “Y por vía de Florencia se avisa que a los 8 de septiembre dicho rey salió de la ciudad de Tours donde estaba a recibir a la reina su madre, y a tres leguas la encontró en un jardín, donde se abrazaron y dijeron palabras muy tiernas no sin lágrimas, y acabado el rey se volvió a Tours, y en su seguimiento la reina su madre en otra carroza con la reina esposa y princesa del Piamonte” (texto modernizado).

A Luis XIII no lo quería ni su familia. Como podemos comprobar, se nos muestra una tierna escena en la que Luis XIII perdona a su madre. María de Médici, en otra hora reina regente, había intrigado contra él, y en un acto de clemencia, la perdona y le devuelve su sitio en la Corte. En concreto, María de Médici vuelve junto a su hija, Cristina de Francia, princesa del Piamonte, y la reina consorte.

El texto tiene muchas implicaciones por el contexto en que se produce, y no vamos a entrar en profundidad en el tema. En cualquier caso, el que se crea esta trola, es que no sabe nada de Luis XIII, un hombre que perdonaba, pero no olvidaba. El perdón fue cierto, en tanto que fue un hecho histórico. En cambio, la escena está ‘adornada’.

Era la ‘verdad adornada’ de la que hablaba la impresora María Pérez en 1621: “La verdad te decimos en sustancia, de cualquier suceso, y cree que ninguna relación que se imprime es inventada, sino adornada”. Por su parte, en la década de 1640, el autor italiano Torquato Acetto, influido por el entonces abominable Maquiavelo, usó la denominación “disimulación honesta” que, os confieso, en el ámbito del periodismo, es uno de mis eufemismos favoritos.

Hoy, la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales es una de esas realidades, y se denomina posverdad. Y lo hace con las bendiciones de una Real Academia de la Lengua con ganas de adaptarse a los nuevos tiempos. La escena de Luis XIII no es muy diferente de otras que vemos en el día a día. Y la invención de palabrejas tampoco es patrimonio de nuestro tiempo.

Haereticus dixit.

RAFAEL SOTO