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María Jesús Sánchez | Película

El problema de la vida real es que no hay un narrador omnisciente –que todo lo sabe– que nos enseñe lo que el otro siente o piensa. Andamos a ciegas sobre los sentimientos propios y ajenos. En el cine esto no pasa: tenemos una visión global de todo, podemos entender por qué el otro se fue o podemos ver cómo el miedo bloquea al protagonista.



A mí me cuesta muchas veces decirme qué es lo que me pasa, saber por qué estoy decaída o sin fuerzas, encontrar el camino que me saque del laberinto del ensimismamiento. Si al menos hubiera algunas pistas, aunque fueran miguitas de pan que me llevaran de vuelta a mi casa corporal... Bueno, no me voy a quejar: ahora ya sé que siempre vuelvo, aunque a veces me cueste.

Cuando una está perdida en la bruma piensa que el sol se fue para siempre, pero no es así. El sol siempre espera paciente a que echemos a manotazos todas las telarañas que creamos a nuestro alrededor para castigarnos. Maldito complejo de culpa. Culpa por todo: por respirar, por ser feliz, por no serlo, por querer, por desear... Nadie me ha enseñado a ser feliz en paz.

Persigo ese estado de paz como los alquimistas buscaban la fórmula que convirtiera el hierro en oro. ¿Por qué me he puesto esa gran meta? De nuevo caigo en el apego y no acepto la impermanencia de la vida. Ese sí es mi gran reto: saber moverme al ritmo del universo, un ritmo cambiante.

Me encantan las películas de Hollywood, sobre todo las románticas. ¡Qué fácil sería todo si mi vida siguiera el argumento de una cualquiera de ellas! Primero, una vida normal; después, el encuentro mágico: cuando parece que todo está hecho, surge una dificultad, pero el final siempre es feliz. Sería maravilloso enamorarse de la persona adecuada, en el momento perfecto, ser correspondida y que todos los problemas personales, económicos y de salud se resuelvan, no dejando ningún cabo suelto.

He leído que no es bueno ver cine romántico porque distorsiona la realidad y nos crea expectativas inalcanzables. A los que defienden esta postura he de decirles que llegan tarde. ¿Qué pasa con los cuentos de hadas? La princesa siempre es rescatada, salvada y protegida por un príncipe bueno y fuerte. Durante años nos han vendido que todas somos princesas y que todas nos merecemos un príncipe. ¿Dónde están los príncipes ahora? Me temo que están tan perdidos como nosotras.

Una amiga de mi prima me dijo un día: "Qué daño ha hecho Rhett Butler". No la entendí... hasta que vi Lo que el viento se llevó. ¿Quién no querría a un hombre que lucha por ti, que cree en ti más que tú misma y que te quiere con locura, mientras te habla y te emboba con su sonrisa? Hay tantas cosas que no son buenas... Te dejo, que hoy me toca Hechizo de luna.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ