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Juan Navarro | El tambor del Bruch

Les voy a relatar un poco sobre historia de la encantadora villa en la que llevo viviendo ya unos años, de unos 6.600 habitantes más o menos. Se llama Santpedor, se encuentra en la comarca del Bages, a unos seis kilómetros de la ciudad de Manresa. Antes era totalmente agrícola y en la actualidad, también, pero no con tanta intensidad.



Hace años hicieron dos polígonos industriales con muchas empresas y adquirió un buen auge. Actualmente, con la crisis, la cosa ha ido a menos, lamentablemente. La agricultura sigue, gracias a unos labradores que, con sacrifico y esfuerzo, la van aguantando, pero no con el esplendor de épocas pasadas. Debido a eso la llamaban "El granero de la comarca del Bages".

Conserva un casco antiguo pequeño pero muy bonito. La Plaza Grande, en la cual desembocan las calles del alrededor, acoge el Ayuntamiento, con sus porches, una muestra de la arquitectura civil antigua caracterizada por los grandes portales con ventanas góticas, arcadas del Renacimiento y balcones barrocos.

La restauración a la que fue sometida en el año 1984 dejó una Plaza Grande preciosa, con la escultura del tamborilero que han sabido conservar contra viento y marea. Aún tiene dos puertas antiguas de las que en el siglo XIV llamaban "puertas de entrada a la ciudad". Todo esto lo conservan lo mejor que pueden y el Ayuntamiento es muy estricto en el tema de reformas en el casco antiguo. Y que siga así por muchos años. Aquí lo nuevo se construye fuera del casco antiguo, que es intocable.

En esta ciudad tan acogedora nació, allá por 1790, un joven llamado Isidre Lluçà i Casanoves, “El Timbaler del Bruch” o “El tamborilero del Bruch”, traducido al español. Cuando en el año 1808 las tropas del general francés Duhesme atravesaron la frontera francocatalana y ocuparon sitios estratégicos del territorio catalán, la reacción popular frustró en gran manera los planes de Napoleón y comenzó la Guerra de la Independencia, conocida en Cataluña como "La Guerra del Francés".

Un primer episodio importante, desde el punto de vista moral y como símbolo de la voluntad de resistencia, fueron las batallas del Bruch, en las que una columna de 3.800 soldados franceses comandados por el general Swchars fue derrotada el día 6 de junio de 1808 por tropas regulares y voluntarios de los alrededores.

El paso de los franceses por el Bruch dejó un triste resultado de siete vecinos muertos por los tiros de los franceses, pero ellos acabaron la jornada con 300, que quedaron sobre el campo de batalla. Manresa se libró del desastre solo por unas semanas, ya que finalmente los franceses la asaltaron. Pero esta es otra historia.

El Dr. Antonio Vila, comenta que el somatén de la villa de Santpedor –una institución propia de Cataluña, formada por gente armada que no pertenecía al ejército y que se reunía a toque de campana para perseguir a los criminales o bien defenderse del enemigo– se encontró con catalanes de diferentes sitios que habían llegado allí para enfrentarse al ejército francés mientras hacía parada en el Bruch.

Los sanpedorenses contaban con un centenar de labradores y cazadores bien armados, capitaneados por José Viñas y con Isidro Llusá. El tamborilero, un chico de unos 17 años, se puso a tocar el tambor animando enérgicamente con su sonido a todos los del somatén, y el eco de las montañas de Montserrat asustó a los franceses, que creyeron que se trataba de un gran ejército. Esa caja de guerra que dicen que el chico tocaba asiduamente, según el teniente coronel Francisco X Cavanes, dio un empuje muy grande al somatén para así derrotar a las tropas francesas.



Actualmente, en la carretera del Bruch hay un monumento a El tamborilero del Bruch. Y aquí en Santpedor, su pueblo, en la plaza del Ayuntamiento tiene un monumento que conmemora aquella gesta.

También quiero recordar a los seguidores del Barça que en Santpedor nació José Guardiola, y como es lógico, es terreno culé cien por cien. Y ahora más, después de haber pasado unos años practicando un fútbol precioso. Como madridista, lo reconozco. Pero este año, con la undécima, les hemos callado un poco, aunque los radicales, que son muchos, solo despotrican. De toda la vida ha sido así.

Yo, como merengue, les digo a mis hijos y nietos, que son culés, que vivo en territorio comanche, pero he conseguido que el pequeño de ocho años sea madridista a tope, para conservar así la estirpe merengue en la familia.

Así que aquí estamos ahora, aguantando el chaparrón y esperando que no sea por mucho tiempo más la borrasca. De todas formas, lo mejor de todo son los lunes, en los comedores de la empresa. Allí se forma un buen guirigay, se suelta toda la adrenalina y, después, todos tan amigos y a trabajar, cada uno con sus ideales.

Yo tengo muy buenos amigos culés pero, a la hora de ver el fútbol, prefiero verlo solo. De esta manera, sigo conservando su amistad. Eso sí, al día siguiente de los partidos en los que se enfrentan Barça y Madrid tenemos nuestras tertulias y, como es natural, con diferentes putos de vista, pues estos culés con su madriditis aguda no tienen remedio.

JUAN NAVARRO COMINO