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El circo

Tengo claro que no me voy a volver insensible, ni cínica. No es mi naturaleza. Pero quizás si veo el panorama político como un circo lleno de locos, yo sufra menos. Circo me parecía el debate sobre los presupuestos de Estado. El tono burlón del ministro Montoro, de una sensibilidad supina, jugando a maquillar la realidad económica y vendiéndonos una mejora que no existe. Podíamos considerarlo como un monologuista cínico, aunque bastante misántropo.



Os cuento mi realidad. Un buen amigo tiene 54 años y está en paro y sin perspectivas de encontrar trabajo. A esto hay que añadirle que han recortado la prestación de desempleo –da igual que él lleve cotizados 36 años en la Seguridad Social–, con lo que llegar a final de mes es un reto. El vecino de mi madre, con 40 años cotizados y 55 años, también está en paro y no cobra absolutamente nada porque su mujer trabaja –sin estabilidad– y tiene un sueldazo de 800 euros.

El otro día, el padre de un chico me contaba que habían despedido a su hijo y que lo habían vuelto a contratar por las mismas horas, pero cobrando 400 euros –antes cobraba 1.000 euros–. Esto es gracias a la reforma laboral tan brutal que han hecho. El resultado es que tenían que ayudar al pobre muchacho.

Yo estoy en la calle y no veo la creación de empleo. Y menos, de empleo que proporcione a la gente una capacidad real para comprar y aumentar el consumo y, con ello, el empleo, ya que las empresas, al vender más, podrían contratar a más gente.

¿Y qué me dicen de la señora Esperanza Aguirre, que no le parece bien que se haga una auditoría en el Ayuntamiento de Madrid? No me acuerdo quién, pero alguien del PP, decía que cuando llegaran al poder harían auditorías y no las han hecho. La realidad es que siempre se deberían hacer auditorías en todos los servicios y organismos públicos.

En el caso de los Presupuestos Generales del Estado, el control de los mismos es fundamental para así poder saber si se han cumplido y, sobre todo, para saber en qué se ha empleado el dinero que todos los españoles pagamos con el sudor de nuestra frente.

Ojalá todos los nuevos alcaldes hicieran auditorías para conocer las deudas de los pueblos y ciudades y ayudar a esos policías, guardias civiles y jueces –que son los héroes de esta historia– en la lucha contra la corrupción. Me da igual el color político: todo aquel que desempeñe un cargo público tiene que responder por él.

¿Qué pasaría si nosotros, ciudadanos de a pie, no cumpliéramos con nuestras obligaciones laborales, legales o fiscales? A nosotros nos controlan y nos sancionan. Pues mucho más a quienes sirven a la ciudadanía. Me despido pidiendo sensibilidad ante el sufrimiento de tantas familias que están pasándolo muy mal.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ
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