El pasado sábado la parroquia de San Bartolomé, abarrotada por los sacerdotes de la localidad y el arciprestazgo, feligreses, amigos y familiares, conmemoraba el cincuenta aniversario de la ordenación sacerdotal de su párroco, Manuel Cuenca López. "Estoy alegre y soy feliz agradeciendo de corazón el bien, la ayuda generosa y la colaboración constante que me habéis ofrecido desde que llegué a Baena".
Carpintero de profesión, sintió la llamada de Dios siendo muy pequeño. Ingresó en el seminario menor de Córdoba, desde donde sería ordenado sacerdote en 1965. Llegó a Baena en el año 2006, siendo el encargado de impulsar la restauración de San Bartolomé. Desde hace varios años impulsó la creación de un comedor social en el que todos los días comen unas 80 familias.
— ¿Cuál ha sido el recorrido de su ministerio sacerdotal?
Cuando terminé mi carrera de sacerdote, que fueron 13 años más un año de pastoral para que fuésemos a las parroquias a conocerlas. Luego me enviaron de profesor de los niños al seminario menor de Hornachuelos, ordenándome allí sacerdote. Pasé cinco años ejerciendo la enseñanza. Después pasé a Almodóvar del Río, donde estuve cuatro años, trasladándome a la parroquia de Obejo y ya en 1972 pasé a Luque.
En Luque ejercí mi pastoral durante muchos años, ya que ha sido el pueblo donde más años he estado. Allí me dediqué a ejercer de sacerdote, pero también intenté ayudar a las gentes de este pueblo con la creación de una cooperativa de pantalones, donde se dio trabajo a más de 150 trabajadoras. Durante este tiempo también en alguna ocasión lleve la parroquia de Zuheros cuando faltaban sacerdotes.
En 1990 me trasladaron definitivamente a Zuheros, donde también puse otra cooperativa, creyendo que este iba a ser mi último destino hasta que Dios me llamase. Pero me llamó antes el obispo de la Diócesis porque aquí en Baena había que levantar esta iglesia, que se encontraba en muy mal estado.
Con gran trabajo y esfuerzo y gracias a la colaboración de todos los feligreses y el pueblo en general pudimos ver lo que hoy es una realidad, donde permaneceré hasta que Dios quiera o hasta que me llame nuevamente el obispo.
— ¿Cuáles han sido los momentos de felicidad durante estos 50 años de vida sacerdotal?
Recuerdo especialmente dos, el día en que me ordené sacerdote y el pasado 28 de febrero en el que celebré mi cincuenta aniversario como sacerdote al servicio de Dios. Luego he tenido otros muchos momentos porque 50 años dan para mucho, pero los que siempre recuerdo con gran cariño son los que te he mencionado anteriormente.
— ¿Y sus peores momentos?
Los peores momentos que he tenido han sido cuando se me han ido mis seres queridos, ya que murieron dos hermanos más jóvenes que yo y eso es muy duro. Luego hay incomprensiones de la gente pero eso es normal, en esta vida no todo es color de rosa, todos tenemos nuestras dificultades y nuestros problemas. Unos días son mejores y otros peores.
— ¿Cómo resumiría estos 50 años de sacerdocio?
Los resumiría dándole gracias a Dios. Para mí es una alabanza hacia él, que ha querido servirse de mí, de un pobre hombre. Yo no soy más que nadie, pero se fijó en mí y lo único que hice fue decirle que sí y él ya ha hecho todo lo demás.
— Manuel Cuenca es de Lucena, ¿Cómo recuerda el despertar de su vocación sacerdotal?
Pues verás, vengo de una familia de carpinteros lucentinos donde aprendí el oficio, que compaginé con el seminario durante los veranos cuando venía de vacaciones. La vocación sacerdotal es un impulso. Sentí que Dios me quería y a la vez me llamaba, aunque eso se adquiere poco a poco pisando realidad año tras año en el seminario.
Luego no recuerdo cómo llegó a casa una estampa del día del seminario. Yo era aún muy pequeño, solo contaba con siete u ocho años y mi madre me lo propuso animándome a marcharme a estudiar al seminario. Me eduqué en un colegio de franciscanos y siempre estuve apegado a la iglesia, era un mundo que me fascinaba.
— ¿En algún momento estuvo tentado de tirar la toalla?
No, aunque he tenido momentos muy difíciles, de incomprensión de la gente. Ha habido momentos en mi vida que me he venido abajo, pero por la gente, nunca me he sentido desamparado ni mucho menos dejado por Dios, siempre he visto que él me ha ido llevando de la mano. Creo que mi vocación era autentica y siempre hice lo posible por no defraudar a Dios.
— ¿Ha cambiado mucho la sociedad y la iglesia en estos 50 años?
Totalmente, ha cambiado todo, las misas de antes, el trato con la gente, nuestra vida sacerdotal, recóndita, escondida, con miedo. Hasta llegar a mezclarte con la gente y vivir sus problemas. En mis primeros años de seminario era totalmente ajeno a los demás pero poco a poco fui mezclándome con la gente. En aquellos tiempos, a los pueblos que iba lo que hacía era mezclarme con los jóvenes en los clubs que tenían, vivía con ellos, vivía su vida e intentaba darle un sentido a sus vidas de cara a Dios.
— ¿Cuáles cree que son los pilares de la vida sacerdotal?
Aferrarte muy fuerte a la Fe, es un gran pilar que no te puede faltar. El amor a Dios, y demostrarle a Dios que lo quieres amando a los demás. Si yo quiero mucho a Dios pero luego veo que en mi alrededor hay lo que hay y yo no hago nada por remediarlo, ese amor a Dios no es auténtico ni tiene fuerza. Hay que poner en valor los valores que Dios nos ha dado a cada uno y no esconder nuestro talento.
— ¿Cómo ve Manuel Cuenca a Baena?
Cuando llegué al principio creo que ni Baena me comprendía a mí, ni yo comprendía a Baena. Yo llegué con unas ideas, con unos principios sobre la religión, sobre el acercamiento a Dios y las entidades religiosas como las cofradías que en Baena se ven de diferente manera.
Pero no podemos olvidar que somos parte de la iglesia y que debemos seguir unas instrucciones. Y claro, en principio vi que aquí lo que había estaba cimentado más en una tradición que en la realidad de un servicio a Dios mediante los hombres. En realidad ahí fue donde chocamos un poco porque yo al no ser de aquí pues no comprendía muchas cosas, no fui comprendido y hubo choques.
Aunque ahora creo que verdaderamente vamos en buen camino y se están haciendo muchas cosas que salen de las propias gentes de Baena, que se están empezando a sentir parte de su iglesia y su parroquia. El señor se vale de muchas cosas y se ha servido también de mí para haceros ver que iglesia somos todos.
— ¿Cómo ve usted la Semana Santa de Baena?
Hemos ganado mucho a pesar de las diferencias existentes al principio de mi llegada a Baena. Poco a poco el sacerdote está cogiendo el papel que debería haber tenido desde un principio, no podemos olvidar que las cofradías son entidades religiosas y son partes de la iglesia. Hay cosas que aunque sean tradiciones se han tenido que modificar poco a poco, ya que no estaban bien vistas por la Santa Madre Iglesia.
Yo no he llegado a entrar en la Semana Santa de Baena, pues hay cosas con las que no comulgo. No critico, ni apruebo ni desapruebo algunos aspectos de la Semana Santa de Baena. Vosotros 'la mamáis' desde pequeños, pero tocar el tambor a cualquier hora no son costumbres religiosas, aunque sea una tradición del pueblo, aunque eso no está reñido tampoco con lo que debe hacer una cofradía.
— ¿Cómo surge la idea de crear el comedor social?
A mí me tocó un barrio muy humilde de Baena, al que yo visitaba muchas veces viviendo muy de cerca la grave necesidad que había. El hambre lleva a muchos desastres y a muchos males. Cuando la necesidad aprieta un padre o una madre es capaz de hacer cualquier cosa por sus hijos.
Entonces intenté hacer lo que decía un célebre obispo malagueño: dar pan y catecismo. Creo que la gente tiene derecho a vivir dignamente, empezando por poder comer. Ya es difícil y degradante tener que venir a pedir para poder subsistir.
Todas estas necesidades me hicieron meterme de lleno en la creación de un comedor social con la ayuda y colaboración del Ayuntamiento de Baena, que adecentó un local para que lo que hoy es una realidad pudiera llevarse a cabo. Son unas 80 familias las que se sirven del comedor social de San Bartolomé, en torno a las 400 raciones diarias las que se entregan desde aquí.
— ¿Qué le queda a Manuel Cuenca por hacer en Baena?
Eso ya no lo sé, puesto que no depende de mí, sino de mis superiores. Pero después de cumplir mis 50 años como sacerdote con mantener lo que hay realizado me conformo.
— ¿Qué mensaje envía Manuel Cuenca a Baena con motivo de sus 50 años de sacerdocio?
Siento en lo más profundo del alma una gran alegría interior y exterior porque mi vida ha sido una vida llena, rebosante de gracias y de dones. Estoy alegre y soy feliz agradeciendo de corazón el bien, la ayuda generosa y la colaboración constante que me habéis ofrecido desde que llegué a Baena.
Carpintero de profesión, sintió la llamada de Dios siendo muy pequeño. Ingresó en el seminario menor de Córdoba, desde donde sería ordenado sacerdote en 1965. Llegó a Baena en el año 2006, siendo el encargado de impulsar la restauración de San Bartolomé. Desde hace varios años impulsó la creación de un comedor social en el que todos los días comen unas 80 familias.
— ¿Cuál ha sido el recorrido de su ministerio sacerdotal?
Cuando terminé mi carrera de sacerdote, que fueron 13 años más un año de pastoral para que fuésemos a las parroquias a conocerlas. Luego me enviaron de profesor de los niños al seminario menor de Hornachuelos, ordenándome allí sacerdote. Pasé cinco años ejerciendo la enseñanza. Después pasé a Almodóvar del Río, donde estuve cuatro años, trasladándome a la parroquia de Obejo y ya en 1972 pasé a Luque.
En Luque ejercí mi pastoral durante muchos años, ya que ha sido el pueblo donde más años he estado. Allí me dediqué a ejercer de sacerdote, pero también intenté ayudar a las gentes de este pueblo con la creación de una cooperativa de pantalones, donde se dio trabajo a más de 150 trabajadoras. Durante este tiempo también en alguna ocasión lleve la parroquia de Zuheros cuando faltaban sacerdotes.
En 1990 me trasladaron definitivamente a Zuheros, donde también puse otra cooperativa, creyendo que este iba a ser mi último destino hasta que Dios me llamase. Pero me llamó antes el obispo de la Diócesis porque aquí en Baena había que levantar esta iglesia, que se encontraba en muy mal estado.
Con gran trabajo y esfuerzo y gracias a la colaboración de todos los feligreses y el pueblo en general pudimos ver lo que hoy es una realidad, donde permaneceré hasta que Dios quiera o hasta que me llame nuevamente el obispo.
— ¿Cuáles han sido los momentos de felicidad durante estos 50 años de vida sacerdotal?
Recuerdo especialmente dos, el día en que me ordené sacerdote y el pasado 28 de febrero en el que celebré mi cincuenta aniversario como sacerdote al servicio de Dios. Luego he tenido otros muchos momentos porque 50 años dan para mucho, pero los que siempre recuerdo con gran cariño son los que te he mencionado anteriormente.
— ¿Y sus peores momentos?
Los peores momentos que he tenido han sido cuando se me han ido mis seres queridos, ya que murieron dos hermanos más jóvenes que yo y eso es muy duro. Luego hay incomprensiones de la gente pero eso es normal, en esta vida no todo es color de rosa, todos tenemos nuestras dificultades y nuestros problemas. Unos días son mejores y otros peores.
— ¿Cómo resumiría estos 50 años de sacerdocio?
Los resumiría dándole gracias a Dios. Para mí es una alabanza hacia él, que ha querido servirse de mí, de un pobre hombre. Yo no soy más que nadie, pero se fijó en mí y lo único que hice fue decirle que sí y él ya ha hecho todo lo demás.
— Manuel Cuenca es de Lucena, ¿Cómo recuerda el despertar de su vocación sacerdotal?
Pues verás, vengo de una familia de carpinteros lucentinos donde aprendí el oficio, que compaginé con el seminario durante los veranos cuando venía de vacaciones. La vocación sacerdotal es un impulso. Sentí que Dios me quería y a la vez me llamaba, aunque eso se adquiere poco a poco pisando realidad año tras año en el seminario.
Luego no recuerdo cómo llegó a casa una estampa del día del seminario. Yo era aún muy pequeño, solo contaba con siete u ocho años y mi madre me lo propuso animándome a marcharme a estudiar al seminario. Me eduqué en un colegio de franciscanos y siempre estuve apegado a la iglesia, era un mundo que me fascinaba.
— ¿En algún momento estuvo tentado de tirar la toalla?
No, aunque he tenido momentos muy difíciles, de incomprensión de la gente. Ha habido momentos en mi vida que me he venido abajo, pero por la gente, nunca me he sentido desamparado ni mucho menos dejado por Dios, siempre he visto que él me ha ido llevando de la mano. Creo que mi vocación era autentica y siempre hice lo posible por no defraudar a Dios.
— ¿Ha cambiado mucho la sociedad y la iglesia en estos 50 años?
Totalmente, ha cambiado todo, las misas de antes, el trato con la gente, nuestra vida sacerdotal, recóndita, escondida, con miedo. Hasta llegar a mezclarte con la gente y vivir sus problemas. En mis primeros años de seminario era totalmente ajeno a los demás pero poco a poco fui mezclándome con la gente. En aquellos tiempos, a los pueblos que iba lo que hacía era mezclarme con los jóvenes en los clubs que tenían, vivía con ellos, vivía su vida e intentaba darle un sentido a sus vidas de cara a Dios.
— ¿Cuáles cree que son los pilares de la vida sacerdotal?
Aferrarte muy fuerte a la Fe, es un gran pilar que no te puede faltar. El amor a Dios, y demostrarle a Dios que lo quieres amando a los demás. Si yo quiero mucho a Dios pero luego veo que en mi alrededor hay lo que hay y yo no hago nada por remediarlo, ese amor a Dios no es auténtico ni tiene fuerza. Hay que poner en valor los valores que Dios nos ha dado a cada uno y no esconder nuestro talento.
— ¿Cómo ve Manuel Cuenca a Baena?
Cuando llegué al principio creo que ni Baena me comprendía a mí, ni yo comprendía a Baena. Yo llegué con unas ideas, con unos principios sobre la religión, sobre el acercamiento a Dios y las entidades religiosas como las cofradías que en Baena se ven de diferente manera.
Pero no podemos olvidar que somos parte de la iglesia y que debemos seguir unas instrucciones. Y claro, en principio vi que aquí lo que había estaba cimentado más en una tradición que en la realidad de un servicio a Dios mediante los hombres. En realidad ahí fue donde chocamos un poco porque yo al no ser de aquí pues no comprendía muchas cosas, no fui comprendido y hubo choques.
Aunque ahora creo que verdaderamente vamos en buen camino y se están haciendo muchas cosas que salen de las propias gentes de Baena, que se están empezando a sentir parte de su iglesia y su parroquia. El señor se vale de muchas cosas y se ha servido también de mí para haceros ver que iglesia somos todos.
— ¿Cómo ve usted la Semana Santa de Baena?
Hemos ganado mucho a pesar de las diferencias existentes al principio de mi llegada a Baena. Poco a poco el sacerdote está cogiendo el papel que debería haber tenido desde un principio, no podemos olvidar que las cofradías son entidades religiosas y son partes de la iglesia. Hay cosas que aunque sean tradiciones se han tenido que modificar poco a poco, ya que no estaban bien vistas por la Santa Madre Iglesia.
Yo no he llegado a entrar en la Semana Santa de Baena, pues hay cosas con las que no comulgo. No critico, ni apruebo ni desapruebo algunos aspectos de la Semana Santa de Baena. Vosotros 'la mamáis' desde pequeños, pero tocar el tambor a cualquier hora no son costumbres religiosas, aunque sea una tradición del pueblo, aunque eso no está reñido tampoco con lo que debe hacer una cofradía.
— ¿Cómo surge la idea de crear el comedor social?
A mí me tocó un barrio muy humilde de Baena, al que yo visitaba muchas veces viviendo muy de cerca la grave necesidad que había. El hambre lleva a muchos desastres y a muchos males. Cuando la necesidad aprieta un padre o una madre es capaz de hacer cualquier cosa por sus hijos.
Entonces intenté hacer lo que decía un célebre obispo malagueño: dar pan y catecismo. Creo que la gente tiene derecho a vivir dignamente, empezando por poder comer. Ya es difícil y degradante tener que venir a pedir para poder subsistir.
Todas estas necesidades me hicieron meterme de lleno en la creación de un comedor social con la ayuda y colaboración del Ayuntamiento de Baena, que adecentó un local para que lo que hoy es una realidad pudiera llevarse a cabo. Son unas 80 familias las que se sirven del comedor social de San Bartolomé, en torno a las 400 raciones diarias las que se entregan desde aquí.
— ¿Qué le queda a Manuel Cuenca por hacer en Baena?
Eso ya no lo sé, puesto que no depende de mí, sino de mis superiores. Pero después de cumplir mis 50 años como sacerdote con mantener lo que hay realizado me conformo.
— ¿Qué mensaje envía Manuel Cuenca a Baena con motivo de sus 50 años de sacerdocio?
Siento en lo más profundo del alma una gran alegría interior y exterior porque mi vida ha sido una vida llena, rebosante de gracias y de dones. Estoy alegre y soy feliz agradeciendo de corazón el bien, la ayuda generosa y la colaboración constante que me habéis ofrecido desde que llegué a Baena.
CARLOS BERNAL / BAENA DIGITAL