He quedado citado con un amigo en la esquina que se encuentra en la confluencia de Ronda de los Tejares y Cruz Conde, en Córdoba. Puesto que llegué con bastante tiempo de antelación, me distraigo mirando el ajetrear de la gente que se mueve a ritmo acelerado por el centro de la ciudad. Y como estoy cerca de un local de venta de Loterías y Apuestas del Estado, compruebo que hay bastante aficionados a la suerte, dado que hay momentos en los que se forma una cola bastante amplia.
En un momento determinado, llega un hombre que, a diferencia del resto que suele dar los buenos días o preguntar quién es el último, en voz alta y para que sea escuchado dice: “Al final, todo esto irá para Pedro Sánchez y sus amigos de la ETA y de Cataluña”. Nadie, como es lógico, le responde. Tampoco lo miran. Y como yo soy ajeno a esa cola, lo único que puedo hacer es observarlo y comprobar que es delgado, de estatura media, con el pelo gris y rondando los sesenta años.
Sigo esperando. Mientras tanto, pienso en la frase y me pregunto de dónde la ha obtenido. Es posible que él crea que es de su propia cosecha. No obstante, suena a consigna, de las muchas que se lanzan por los medios y redes y que acaban llenando los cerebros de una parte importante de la población que no está dispuesta a reflexionar por sí misma. Hay bastante gente que prefiere aceptar esos cortos mensajes a razonar y argumentar, ya que para esto último se necesita tiempo, a la vez que saber escuchar a los demás.
Lo más curioso de la frase indicada es que, en muy pocas palabras, sintetiza ideas falsas o distorsionadas, pero que sirven muy bien para dar rienda suelta a las tensiones y pasiones con las que en estos tiempos convivimos: frustración, odio, rencor, resentimiento, envidia, agresividad...
Para comprender qué hay detrás de esas palabras, vayamos por parte y veamos lo que de manera oculta se indica en ellas. Cuando dijo “Al final, todo esto…” se refería a que el Estado, como es lógico, con la Lotería Nacional y los sorteos recaba impuestos, que formarán parte de los fondos que dispone para atender a los servicios de toda la población.
Curiosamente, según él, no es la Agencia Tributaria, entidad dependiente del Ministerio de Hacienda, la que recauda y gestiona los impuestos, sino que “…irá a Pedro Sánchez”, que es un presidente del Gobierno que, tras una fachada de moderado, se encuentra un ‘dictador’, un ‘avaro’, un ‘manipulador’, al que es necesario quitar pronto de en medio.
“Y a sus amigos de la ETA”. No sé si el autor de la frase sabía que en 2011 ETA cesó en sus actividades armadas, desapareciendo oficialmente el 3 de mayo de 2018, lo que supuso el final de los actos terroristas que tanto dolor supusieron para las víctimas, sus familiares y, por extensión, para todo el pueblo español. Pero, en el imaginario de algunos, ETA sigue existiendo, dado que hay independentistas en el País Vasco, lo que es indicio de que todavía no ha desaparecido del todo.
Aparte de esos amigos, parece ser que Pedro Sánchez también tiene otros “en Cataluña” a los que ayuda con los impuestos que se obtienen de la lotería y los sorteos. Puesto que, como digo, yo era un improvisado escuchante, solo me tocaba pensar en lo que había oído. De todos modos, no dejé de preguntarme: “Si verdaderamente es el aborrecible Pedro Sánchez el beneficiario de estos sorteos, ¿por qué acude a este local a gastarse el dinero sabiendo que tiene un destino tan deleznable?”.
Finalmente, llegó el amigo que estaba esperando. Nos saludamos y empezamos a alejarnos de la cola. Le comenté lo que había oído, siendo motivo de un pequeño debate sobre la influencia de los medios, especialmente las redes sociales, sobre los modos de pensar en la actualidad.
En esos momentos, creí que sería una buena idea partir de ese hecho anecdótico para explicar cómo la irracionalidad se extiende en un mundo poco dado a leer, a informarse por medios solventes, a reflexionar y a pensar por sí mismo, lo que conlleva a que los bulos, las mentiras o las ideas más simplistas sean los antecedentes de actuaciones cargadas de violencias que creíamos que no volverían a tener la aceptación que hoy se les da.
Me vinieron también a la mente un par de libros que vieron la luz a mediados del siglo pasado. Sus autores fueron los psicólogos alemanes Erich Fromm (El miedo a la libertad) o Wilhelm Reich (Psicología de masas del fascismo) en los que nos explicaban cómo en sociedades avanzadas pudo extenderse la barbarie nazi o fascista, ya que, previamente, se habían expandido ideas, consignas y eslóganes en los que se culpabilizaba a otros (judíos, gitanos, homosexuales, comunistas, inmigrantes) de los males que supuestamente aquejaban a esas sociedades.
Y, lamentablemente, bastante de todo esto lo estamos volviendo a ver en pleno siglo XXI sin que sepamos cómo atajar tanta irracionalidad dado que, incluso, una parte significativa de los jóvenes parece apuntarse a las doctrinas más absurdas y reaccionarias.
En un momento determinado, llega un hombre que, a diferencia del resto que suele dar los buenos días o preguntar quién es el último, en voz alta y para que sea escuchado dice: “Al final, todo esto irá para Pedro Sánchez y sus amigos de la ETA y de Cataluña”. Nadie, como es lógico, le responde. Tampoco lo miran. Y como yo soy ajeno a esa cola, lo único que puedo hacer es observarlo y comprobar que es delgado, de estatura media, con el pelo gris y rondando los sesenta años.
Sigo esperando. Mientras tanto, pienso en la frase y me pregunto de dónde la ha obtenido. Es posible que él crea que es de su propia cosecha. No obstante, suena a consigna, de las muchas que se lanzan por los medios y redes y que acaban llenando los cerebros de una parte importante de la población que no está dispuesta a reflexionar por sí misma. Hay bastante gente que prefiere aceptar esos cortos mensajes a razonar y argumentar, ya que para esto último se necesita tiempo, a la vez que saber escuchar a los demás.

Lo más curioso de la frase indicada es que, en muy pocas palabras, sintetiza ideas falsas o distorsionadas, pero que sirven muy bien para dar rienda suelta a las tensiones y pasiones con las que en estos tiempos convivimos: frustración, odio, rencor, resentimiento, envidia, agresividad...
Para comprender qué hay detrás de esas palabras, vayamos por parte y veamos lo que de manera oculta se indica en ellas. Cuando dijo “Al final, todo esto…” se refería a que el Estado, como es lógico, con la Lotería Nacional y los sorteos recaba impuestos, que formarán parte de los fondos que dispone para atender a los servicios de toda la población.
Curiosamente, según él, no es la Agencia Tributaria, entidad dependiente del Ministerio de Hacienda, la que recauda y gestiona los impuestos, sino que “…irá a Pedro Sánchez”, que es un presidente del Gobierno que, tras una fachada de moderado, se encuentra un ‘dictador’, un ‘avaro’, un ‘manipulador’, al que es necesario quitar pronto de en medio.

“Y a sus amigos de la ETA”. No sé si el autor de la frase sabía que en 2011 ETA cesó en sus actividades armadas, desapareciendo oficialmente el 3 de mayo de 2018, lo que supuso el final de los actos terroristas que tanto dolor supusieron para las víctimas, sus familiares y, por extensión, para todo el pueblo español. Pero, en el imaginario de algunos, ETA sigue existiendo, dado que hay independentistas en el País Vasco, lo que es indicio de que todavía no ha desaparecido del todo.
Aparte de esos amigos, parece ser que Pedro Sánchez también tiene otros “en Cataluña” a los que ayuda con los impuestos que se obtienen de la lotería y los sorteos. Puesto que, como digo, yo era un improvisado escuchante, solo me tocaba pensar en lo que había oído. De todos modos, no dejé de preguntarme: “Si verdaderamente es el aborrecible Pedro Sánchez el beneficiario de estos sorteos, ¿por qué acude a este local a gastarse el dinero sabiendo que tiene un destino tan deleznable?”.
Finalmente, llegó el amigo que estaba esperando. Nos saludamos y empezamos a alejarnos de la cola. Le comenté lo que había oído, siendo motivo de un pequeño debate sobre la influencia de los medios, especialmente las redes sociales, sobre los modos de pensar en la actualidad.

En esos momentos, creí que sería una buena idea partir de ese hecho anecdótico para explicar cómo la irracionalidad se extiende en un mundo poco dado a leer, a informarse por medios solventes, a reflexionar y a pensar por sí mismo, lo que conlleva a que los bulos, las mentiras o las ideas más simplistas sean los antecedentes de actuaciones cargadas de violencias que creíamos que no volverían a tener la aceptación que hoy se les da.
Me vinieron también a la mente un par de libros que vieron la luz a mediados del siglo pasado. Sus autores fueron los psicólogos alemanes Erich Fromm (El miedo a la libertad) o Wilhelm Reich (Psicología de masas del fascismo) en los que nos explicaban cómo en sociedades avanzadas pudo extenderse la barbarie nazi o fascista, ya que, previamente, se habían expandido ideas, consignas y eslóganes en los que se culpabilizaba a otros (judíos, gitanos, homosexuales, comunistas, inmigrantes) de los males que supuestamente aquejaban a esas sociedades.
Y, lamentablemente, bastante de todo esto lo estamos volviendo a ver en pleno siglo XXI sin que sepamos cómo atajar tanta irracionalidad dado que, incluso, una parte significativa de los jóvenes parece apuntarse a las doctrinas más absurdas y reaccionarias.
AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍA: AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍA: AURELIANO SÁINZ

