El último boletín emitido por el Aula de Viticultura del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles alerta sobre una preocupante proliferación del mildiu en los viñedos de la comarca. Esta enfermedad, también conocida como añublo o mildeo, es causada por el pseudohongo Plasmopara viticola y representa una de las amenazas más destructivas para la vid, con potencial para arrasar cosechas completas si se dan las condiciones climáticas adecuadas.
En esta ocasión, según explica la ingeniera agrónoma Ángela Portero, responsable del Aula de Viticultura, los daños observados en los racimos tienen su origen en las lluvias caídas los días 2, 5 y 23 de mayo, así como en los rocíos posteriores.
"Se han detectado racimos parcialmente afectados por mildiu, mientras que otras zonas del mismo racimo continúan su desarrollo normal", precisa Portero. De hecho, las flores cerradas han sido las más vulnerables al ataque, lo que ha provocado síntomas visibles en una etapa temprana del desarrollo de la uva, justo antes del cuajado.
En este contexto, se recomienda a los viticultores recorrer sus parcelas para detectar síntomas recientes y cuantificar los daños, dado que el estado sanitario varía notablemente entre explotaciones. El boletín indica que, en las fincas donde ya se han realizado tres o cuatro tratamientos con productos adecuados y en los momentos oportunos, no se debe volver a tratar, incluso si persisten algunos síntomas. La excepción serían aquellas parcelas donde se prevean lluvias en los próximos días y donde haya presencia visible de manchas sin controlar.
Cuando los tratamientos sean necesarios, se aconseja el uso de antimidiuos de contacto a base de cobre, especialmente si se aplica después del cuajado, momento en que el endurecimiento de la vegetación requiere productos de mayor adherencia.
Este tipo de intervención no solo es eficaz, sino que además representa una opción económica para el viticultor. En cambio, en infecciones avanzadas o generalizadas, se recurre a productos sistémicos, cuya acción interna en la planta resulta más eficaz, aunque encarece el tratamiento.
Ángela Portero subraya la importancia de la detección temprana. “La comunicación inmediata y la aplicación localizada de tratamientos permiten optimizar recursos y avanzar hacia una producción más sostenible”. Además, añade que las altas temperaturas previstas para los próximos días podrían frenar el desarrollo del hongo, aunque no se descartan nuevos brotes si las condiciones meteorológicas vuelven a ser favorables.
El último boletín emitido por el Aula de Viticultura del Consejo Regulador se publica en un momento crucial del ciclo fenológico de la vid, en el que predomina el estado de cuajado y se observan fases que oscilan entre plena floración y tamaño guisante en los granos, según las diferentes zonas.
El mildiu, en este contexto, no solo compromete el volumen de la producción, sino también la calidad de la uva y, por tanto, del vino resultante. Las bayas afectadas se arrugan, se endurecen y pueden desprenderse del racimo, lo que puede llegar a ocasionar pérdidas de cosecha de hasta el 80 por ciento. En los casos en que sobreviven, las uvas muestran una maduración incompleta, menor contenido de azúcares y alteraciones químicas que inciden negativamente en el perfil organoléptico del vino.
Pero no solo los racimos sufren. El mildiu también afecta a las hojas —causando manchas de aceite y un desarrollo algodonoso en el envés— y a los brotes jóvenes, debilitando la planta en su conjunto. La defoliación prematura, como consecuencia de la enfermedad, reduce la capacidad fotosintética de la vid, lo que perjudica directamente la acumulación de azúcares en la uva. A medio plazo, esto supone una amenaza para la viabilidad de futuras campañas.
En cualquier caso, desde el Aula de Viticultura insisten en no generalizar tratamientos, apostando por decisiones individualizadas según la parcela y su historial sanitario. En el caso del mildiu, aplicar tratamientos de forma indiscriminada sin síntomas visibles puede ser innecesario y hasta contraproducente, tanto económica como ambientalmente. El mensaje del Aula de Viticultura es claro: "Observar el viñedo es la herramienta más poderosa para una viticultura responsable y eficiente".
Además del mildiu, el boletín técnico advierte sobre la presencia de oídio en los viñedos. En este caso, se recomienda tratar con azufre en polvo, siempre que las temperaturas no superen los 30 grados, y especialmente en aquellas parcelas donde el año anterior se detectaron focos persistentes de esta enfermedad. En los casos donde coexistan ataques de araña amarilla o ácaros, puede ser recomendable reducir la dosis de azufre para evitar quemaduras en la planta.
También se detecta la presencia de orugas de una sola generación, procedentes del sur, que vuelan en esta época y que ya se encuentran alimentándose en algunas hojas. "Se aconseja tratar únicamente en aquellas parcelas donde la oruga esté ampliamente extendida", detalla Ángela Portero, quien añade que entre los productos recomendados figuran formulaciones de cipermetrina y deltametrina.
En esta ocasión, según explica la ingeniera agrónoma Ángela Portero, responsable del Aula de Viticultura, los daños observados en los racimos tienen su origen en las lluvias caídas los días 2, 5 y 23 de mayo, así como en los rocíos posteriores.
"Se han detectado racimos parcialmente afectados por mildiu, mientras que otras zonas del mismo racimo continúan su desarrollo normal", precisa Portero. De hecho, las flores cerradas han sido las más vulnerables al ataque, lo que ha provocado síntomas visibles en una etapa temprana del desarrollo de la uva, justo antes del cuajado.
En este contexto, se recomienda a los viticultores recorrer sus parcelas para detectar síntomas recientes y cuantificar los daños, dado que el estado sanitario varía notablemente entre explotaciones. El boletín indica que, en las fincas donde ya se han realizado tres o cuatro tratamientos con productos adecuados y en los momentos oportunos, no se debe volver a tratar, incluso si persisten algunos síntomas. La excepción serían aquellas parcelas donde se prevean lluvias en los próximos días y donde haya presencia visible de manchas sin controlar.

Tratamientos recomendados y criterios de actuación
Cuando los tratamientos sean necesarios, se aconseja el uso de antimidiuos de contacto a base de cobre, especialmente si se aplica después del cuajado, momento en que el endurecimiento de la vegetación requiere productos de mayor adherencia.
Este tipo de intervención no solo es eficaz, sino que además representa una opción económica para el viticultor. En cambio, en infecciones avanzadas o generalizadas, se recurre a productos sistémicos, cuya acción interna en la planta resulta más eficaz, aunque encarece el tratamiento.
Ángela Portero subraya la importancia de la detección temprana. “La comunicación inmediata y la aplicación localizada de tratamientos permiten optimizar recursos y avanzar hacia una producción más sostenible”. Además, añade que las altas temperaturas previstas para los próximos días podrían frenar el desarrollo del hongo, aunque no se descartan nuevos brotes si las condiciones meteorológicas vuelven a ser favorables.

El último boletín emitido por el Aula de Viticultura del Consejo Regulador se publica en un momento crucial del ciclo fenológico de la vid, en el que predomina el estado de cuajado y se observan fases que oscilan entre plena floración y tamaño guisante en los granos, según las diferentes zonas.
El mildiu, en este contexto, no solo compromete el volumen de la producción, sino también la calidad de la uva y, por tanto, del vino resultante. Las bayas afectadas se arrugan, se endurecen y pueden desprenderse del racimo, lo que puede llegar a ocasionar pérdidas de cosecha de hasta el 80 por ciento. En los casos en que sobreviven, las uvas muestran una maduración incompleta, menor contenido de azúcares y alteraciones químicas que inciden negativamente en el perfil organoléptico del vino.
Pero no solo los racimos sufren. El mildiu también afecta a las hojas —causando manchas de aceite y un desarrollo algodonoso en el envés— y a los brotes jóvenes, debilitando la planta en su conjunto. La defoliación prematura, como consecuencia de la enfermedad, reduce la capacidad fotosintética de la vid, lo que perjudica directamente la acumulación de azúcares en la uva. A medio plazo, esto supone una amenaza para la viabilidad de futuras campañas.

En cualquier caso, desde el Aula de Viticultura insisten en no generalizar tratamientos, apostando por decisiones individualizadas según la parcela y su historial sanitario. En el caso del mildiu, aplicar tratamientos de forma indiscriminada sin síntomas visibles puede ser innecesario y hasta contraproducente, tanto económica como ambientalmente. El mensaje del Aula de Viticultura es claro: "Observar el viñedo es la herramienta más poderosa para una viticultura responsable y eficiente".
Otras amenazas presentes: oídio y oruga
Además del mildiu, el boletín técnico advierte sobre la presencia de oídio en los viñedos. En este caso, se recomienda tratar con azufre en polvo, siempre que las temperaturas no superen los 30 grados, y especialmente en aquellas parcelas donde el año anterior se detectaron focos persistentes de esta enfermedad. En los casos donde coexistan ataques de araña amarilla o ácaros, puede ser recomendable reducir la dosis de azufre para evitar quemaduras en la planta.
También se detecta la presencia de orugas de una sola generación, procedentes del sur, que vuelan en esta época y que ya se encuentran alimentándose en algunas hojas. "Se aconseja tratar únicamente en aquellas parcelas donde la oruga esté ampliamente extendida", detalla Ángela Portero, quien añade que entre los productos recomendados figuran formulaciones de cipermetrina y deltametrina.
JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR

