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Carlos Serrano | Miguel no sabe leer

En aquel vagón de Metro, Miguel me preguntaba directamente si me gustaba leer. Quizás era una excusa vaga para conversar durante el trayecto hacia ningún lugar en concreto. A lo mejor sentía gran curiosidad por los gustos lectores de los desconocidos que viajan con él dentro de aquella bestia urbana que exhala el estrés de la ciudad. Sea como fuere, confiesa que lee con dificultad: hay palabras que se le atragantan. “Las largas”, son sus palabras precisas. Me mira fijamente y pide recomendaciones sobre libros para mejorar su lectura.


La incomodidad está en el aire, densa y callada, puesto que la única diferencia entre Miguel y este viajero es la suerte. Miguel, al verme con un libro gordo entre las manos, ha asumido que pertenezco al mundo de los lectores. No sabe que, mientras él me pide una recomendación, yo lucho contra la idea de ser un impostor. Cierto síndrome del farsante invade la boca del estómago. Antes de que pueda soltar respuesta alguna, Miguel pide permiso para pillar mi libro e intenta leer unas líneas.

Dudo enormemente de ser persona capaz de responder a Miguel, siendo mi principal mérito la suerte de unos padres lectores. Pero la conversación fluye y salen a la luz todo tipo de recuerdos infantiles y juveniles. Salen a la palestra Julio Verne, Emilio Salgari y la clásica colección de El Barco de Vapor.

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La literatura deja espacio a la vida personal y Miguel me habla de su trabajo. Acude a una fábrica, de las miles que hay en Madrid, y por las tardes asiste a clases de refuerzo. Más de un alumno universitario español debiera fijarse en el esfuerzo de Miguel. Pero esa es otra historia.

La conversación fluye mientras la misteriosa voz en off anuncia las diferentes paradas. Quedan pocas para que deba bajarme, pero atiendo a cada pregunta de Miguel como si de una especie de clase improvisada se tratase. Aprobaría con nota. Es cierto que se le resisten las palabras largas, lo comprobamos con algunos fragmentos de El periodismo es un cuento, de Manuel Rivas.

Sería idóneo que no tuviera ese problema, y que el dinero fuera a la educación pública y no a los aviones y tanques que exige Bruselas. Sería bello hacer una peineta hispánica a los trajeados de la hermosa ciudad belga y exclamar que pasamos de políticas estratégicas imperialistas para centrarnos en el verdadero problema a bombardear: la incultura nacional. Quizás, es pedir demasiado.

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Ahora llega el turno del silencio. Bebo un poco de agua, y por la cabeza me invaden todo tipo de imágenes con cada sorbo. Para algunos, Miguel es únicamente una cifra en la montaña de datos sin rostro de aquellos españoles que tienen dificultades para leer.

Según el Ministerio de Cultura, mediante el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2024, el 68,3 por ciento de los españoles leyó libros durante 2023. Es una cifra nada despreciable, pero en medio de aquel vagón de suburbano me venía a la memoria una matemática inquietante: entonces, existe un 31,7 por ciento que no lee. Es preocupante.

Las comunidades autónomas con mayor índice de lectura fueron Madrid, País Vasco, Cataluña, Navarra, La Rioja y Galicia. Mi Andalucía natal —la de Lorca, Machado y Carmen de Burgos— no está. Andaluces, levantaos y coged un libro, ostia. Lo digo por vuestro bien.

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El informe también indica que la falta de tiempo fue la principal razón para no leer, mencionada por cinco de cada diez no lectores. Una consecuencia asesina del mundo loco que nos tocó vivir. La lectura es calma. Pero no llegar a fin de mes, tener que preguntarte si te atenderá a tiempo la Seguridad Social, el tener un sistema educativo centrado en crear mentes obedientes más que reflexivas, no son caldo idóneo para el noble acto de la lectura.

Miguel continúa a mi lado. Bromeamos. Me despido: he llegado a mi parada. Mientras las puertas se abren, y me despido de Miguel, no puedo evitar cagarme en los muertos de las palabras largas y de aquellos que no hacen nada para que nadie tenga problemas con ellas.

CARLOS SERRANO MARTÍN
FOTOGRAFÍA: ISABEL AGUILAR

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SUMINISTROS AGRÍCOLAS LUQUE - MONTILLA


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