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Moi Palmero | Piqué, Rubiales y mi antimadridismo

Hay secretos que es mejor no confesar y, menos, dejar por escrito, por mucho que los psicólogos nos inviten a sacarlo todo. Es cierto que quien me conoce sabe que lo llevo a gala y que no me escondo al reconocer mi repulsión al Real de Madrid, así que no creo que sea un trauma que esté marcando mi existencia.


Para muchos, ser antimadridista es ser pobre de espíritu, un rencoroso, envidioso, amargado, infeliz, porque empiezan con las peroratas de que no hay que ser antinada, que el fútbol hay que reconocerlo como deporte, entretenimiento, un juego en el que unas veces se gana y otras veces se pierde; que si la deportividad, el juego limpio, el señorío, los valores y bla, bla, bla...

Son los mismos hipócritas que se encienden y a los que se les inyectan los ojos en sangre cuando les pintan la cara y hacen el ridículo en el campo, los que han desarmado plantillas llevándose a jugadores por dinero y que, cuando no lo tienen, señalan a los clubes-Estado que se comportan como lo hicieron ellos.

Los mismos que, al perder el poder, quieren hacerse una competición a su medida, para no tener que jugar contra equipos que no se merecen ni su presencia. Por tanto, asumo todas las barbaridades que me van a decir, sobre todo teniendo en cuenta que pueden ganar la Champions y que si, como hasta ahora, gracias sus actos de fe, los padrenuestros rezados durante ochenta minutos, las ayudas arbitrales y la flor de Benzema –que en su carrera se ha visto en otra como esta– le llevan a ganarla, no tendré más remedio que aguantar el tirón.

Tengo que aclarar que no soy del Barça, sino de la Real Sociedad desde que ganaron aquellas dos únicas ligas con Arconada, López Ufarte y Zamora, y muchas alegrías no nos han dado desde entonces. Con Imanol estamos volviendo a ser lo que fuimos, así que para qué cambiarse, si es de lo poco que me queda de mi infancia. Y sacrificarlo por un minuto de gloria sería de inconscientes.

Soy antimadridista porque con sus aficionados aprendí que no se podía hablar de fútbol; que lo único importante era ganar y recordar su pasado en blanco y negro. Empecé a cogerle tirria porque en nuestros entrenamientos, cuando intentábamos analizar el porqué del ridículo europeo de La Quinta del Buitre, ellos no hacían nada más que recordar partidos que, por edad, ninguno habíamos visto.

Para ellos, igual que ha pasado este año, ganar a la heroica era un honor, cuando lo que venía a significar es que te habían dado un baño. Y ganar de esa manera es emocionante, pero creo que un club que va cambiando de estilo, de estrategia, de rumbo, según el jugador o entrenador de moda, se lo debería hacer mirar. Pero como siempre recurren al “hemos ganado trece Champions”, es imposible hablar de fútbol o de estrategias, porque solo vale ganar, ganar y ganar, como sea, untando a los árbitros, por lo civil o por lo criminal.

Reconocer mi animadversión justo antes de intentar explicar cómo veo lo de los audios de Piqué y Rubiales me quita credibilidad, si es que alguna vez la he tenido. Pero de perdidos, al río. Los chanchullos de estos dos son, cuando menos, inmorales, vergonzosos para equipos que, como el Betis, el año que viene, a pesar de ser campeón, va a ir de relleno, para que siempre ganen los mismos.

Pero a mí no me han sorprendido porque así es como se ha manejado el fútbol –y lo que no es el fútbol– en este país. Lo único que ha cambiado es que, ahora, los que se llevan la tajada no son los vikingos, sino que se la reparten otros.

Si estos audios han salido es por un motivo de venganza a un jugador que se ha reído del Real de Madrid en el campo y fuera, que ha dejado en evidencia a su presidente en las redes sociales en varias ocasiones –la última, cuando también sacaron unos audios de Florentino diciendo qué periodistas había que vetar y quitarse del camino–.

Y, en la misma jugada, cargarse al presidente de la Federación, que no le rinde pleitesía, que echó a Lopetegui por fichar por el Madrid en plena concentración para el Mundial y que no lleva a jugadores blancos a la Selección porque no dan la talla, porque en Chamartín los españoles son los suplentes.

Esta venganza está ideada por Florentino y ejecutada por la Caverna Mediática, por los periodistas palmeros, serviles y mercachifles, como los de El Chiringuito, encargados y adoctrinados para atacar a jugadores históricos cuando le dan la señal y arrodillarse cuando le dan su recompensa en forma de exclusiva.

Como canta Sabina, me sobran los motivos para ser antimadridista –supongo que tantos como para los que no lo son– y ojalá la Champions la gane el Villareal o, al menos, algún equipo de fútbol, no la banda de merengones que, como decía Unamuno, ganarán (la Liga) pero no convencerán.

MOI PALMERO