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María Jesús Sánchez | Corsés femeninos

Desde pequeña me han hecho creer que los corsés hacen a la mujer sexy, que los vestidos largos te convierten en princesa de cuento que será feliz "por siempre jamás". Ha tenido que pasar mucho tiempo para darme cuenta de que los corsés han matado, han herido a muchas mujeres y han provocado numerosos abortos solo por competir en una estética en la que la cintura de una mujer era su valor.


Las mujeres orientales saben lo que supone que les vendaran los pies para que fueran pequeños, produciéndoles grandes dolores y limitaciones para caminar. Y muchas africanas aún sufren que les quiten su centro de placer en aras de ser mujeres sumisas que no conecten con su cuerpo y aguanten lo que la tradición quiera.

Todo han sido artilugios y prácticas para limitarnos, para que no escapáramos y diéramos hijos legítimos con el ADN del marido. ¡Qué maravilla los hombres que quieren a las mujeres libres! Esas que ríen, que salen con las amigas, que se visten como quieren, que estudian lo que les da la gana y que están con una pareja que suma y no resta.

Existen esos hombres y esos son los que nos han acompañado en la búsqueda de la igualdad; ellos son los hombres verdaderamente fuertes, que se quieren a sí mismos y quieren que su pareja los ame y no esté con ellos por necesidad. No sufren el maltrato de las mujeres machistas que los quieren hacer dependientes y controlarlos.

Dos libertades suman una libertad infinita. Nadie necesita a otra persona para vivir. La vida es más hermosa con el intercambio, con el acompañamiento, con un apoyo que haga que tu luz brille todo lo que pueda. "Para quererme a mí, la jaula abierta", canta Buika en una canción.

Y es que los pájaros deben volar y volver solo si ellos quieren. Por suerte, veo en las nuevas generaciones más apertura, menos encorsetamiento en unas tradiciones que no hacen feliz a nadie. Me viene a la memoria La edad de la inocencia, donde el protagonista elige a la chica buena para su familia y descarta a la mujer que le hace vibrar. Las ataduras mentales impiden vivir.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ