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Aureliano Sáinz | El pensamiento animista en escolares

Uno de los hechos más curiosos para mis alumnos cuando abordamos la psicología infantil a través del dibujo de los escolares se produce en el momento en el que se tropiezan con escenas en las que aparecen elementos de la naturaleza con rostro, como si tuvieran la capacidad de ver, de hablar y de pensar, tal como lo hacemos los seres humanos.



La primera respuesta que habitualmente me dan cuando les interrogo por este fenómeno suele ser que lo han visto en los cuentos o en las películas de dibujos animados. Inicialmente, están tan convencidos de ello que no recuerdan las formas de pensar que tenían en sus primeros años. Es como si se hubieran olvidado que ellos también fueron una vez niños o niñas y que imaginaban de manera animista, es decir, creyendo que los elementos de la naturaleza ‘sienten’ y ‘piensan’ tal como lo hacemos las personas.

Sobre esta cuestión, y antes de mostrar el animismo a través de una selección de dibujos de los escolares, quisiera explicar brevemente en qué consiste este fenómeno que llega a ser algo natural en todos los niños del mundo, desde los que pertenecen a las culturas más desarrolladas hasta los que se encuentran en las formas más primitivas. Hay que reconocer que, en el primero de los casos, pronto se reduce y en, los segundos, permanece, pues sus miembros carecen de los medios de formación que les acerque al pensamiento racional y científico.

Previamente, quisiera apuntar que la palabra animismo nace dentro de la Antropología, cuando los investigadores de esta disciplina al estudiar las culturas primitivas comprueban que sus miembros no distinguen entre materia y espíritu, o materia y pensamiento, creyendo que todas las cosas que rodean al ser humano, al tiempo que se encuentran dotadas de ciertas cualidades físicas, tienen voluntad o intencionalidad como las personas. De manera sencilla, podríamos decir que el animismo es la tendencia a considerar a los objetos del mundo real como seres vivos con pensamientos, deseos e intenciones.

Pues bien, lo mismo que los hombres de culturas primitivas, en el niño se da ese pensamiento animista que le sirve para dar coherencia a sus primeros razonamientos, puesto que no se encuentra con capacidad de argumentar como hacemos los adultos.

En el ámbito gráfico, lo expresa fundamentalmente a través de la representación elementos de la naturaleza, especialmente en el sol, la luna, las nubes, los animales e, incluso, en objetos inanimados como es la casa. He de indicar que los dibujos animistas, que nacen a los 4 años, edad en la que comienza a trazar personas, perviven hasta los diez u once, dándose casos en que continúan incluso más allá de esas edades.

Dentro de la Psicología evolutiva, fue el investigador suizo Jean Piaget (1896-1980) el que estudió las concepciones animistas infantiles. Según sus propias palabras: “El niño no distingue el mundo psíquico del físico; si, aún en los comienzos de su evolución, no observa límites precisos entre su yo y el mundo exterior, hay que esperar que considere como vivos y conscientes un gran número de cuerpos que, para nosotros, son inertes”.

Sería este gran psicólogo el que llegó a plantear el proceso evolutivo del animismo infantil en cuatro etapas, que paso a explicar.

En la primera de ellas, la del niño más pequeño, todo lo que existe posee vida aunque sea un algo inmóvil. De este modo, cuando se tropieza con un objeto y cae el suelo, su madre para consolarlo le apunta: “¡Dile tonto!”, y el pequeño repite lo que le han dicho sin que tenga ninguna duda de que es lo correcto para algo que le ha hecho daño.

Un poco más adelante, le atribuye conciencia a los cuerpos en movimiento. Por ejemplo, sin un coche choca contra un árbol, cree que al coche le ha dolido el impacto recibido. O también, si se le pregunta si un barco siente que se moja por debajo cuando va navegando por el agua, responde afirmativamente sin dudar.

El tercer estadio supone un avance importante, pues diferencia entre los elementos que poseen movimiento propio de aquellos otros cuyo movimiento tiene un origen externo. De este modo, ya sabe que si se cae de la bici a esta no le duele el choque con el suelo, puesto que es él quien la hace rodar; sin embargo, la caída de un avión la interpretarán como un momento doloroso para este medio de vuelo.

En la cuarta fase, el animismo le queda reservado para la idea que tiene de los animales. Esto da lugar a que se realicen tantas películas de dibujos animados, caso de La patrulla canina, cuyos protagonistas actúan como si fueran personas.

Una vez que he aportado las ideas básicas del animismo, y con el fin de que lo veamos a través de los dibujos de los escolares, he realizado una selección de ocho de ellos para comentarlos.

Comenzamos por el de la portada del artículo. Pertenece a una niña de 7 años, que se dibujó con su hermana y sus padres, al tiempo que por encima de ellos aparecía un gran sol animista, sonriente y con un rostro similar al de las personas. Como detalle, quisiera apuntar que el hecho de que la pequeña se trazara, al igual que a su hermana delante de su padre y de su madre, era expresión del sentimiento de protección que manifestaba con sus padres detrás de ellas. Por otro lado, el sol se muestra también protector con todos los personajes que tiene debajo, puesto que la autora, inconscientemente, le atribuye emociones.



Tempranamente aparece el animismo del sol dentro de los dibujos de los escolares. Es lo que manifiesta esta niña de 5 años que se representa en un día que ha salido al campo con sus padres. La pequeña nos muestra una escena alegre al verse rodeada de elementos que la hacen feliz. Por otro lado, y respondiendo a ese estado de ánimo, no tiene problemas de dibujarle gafas al sol, tal como se las ve a algunas personas.



Hay casos muy curiosos de animismo como es el que realiza este niño de 6 años, quien, al pedirles en la clase en la que se encontraba que dibujaran los animales en el campo, acudió a hacerlo de un burrito (de tres patas), un sonriente sol en la esquina y una casa cuya fachada se asemeja al rostro de una persona, puesto que la puerta es la boca, las ventanas los ojos y el círculo la nariz. De igual modo, llama la atención la forma de realizar los pájaros con las alas invertidas y un punto en el cuerpo como si fuera el ojo.



Rafael tiene 7 años y, al terminar la clase de Plástica, nos entregó esta escena de su familia, en la que aparece muy dichoso en el campo con sus padres y su hermana mayor. Lo más sorprendente es que no solo nos presenta un sol animista, es decir, con ojos, boca y nariz, sino que también se los traza al árbol y a la nube que ha elaborado. Esto nos indica que estamos ante un niño con un alto nivel de animismo y, en consecuencia, de una imaginación desbordante.



Aunque es menos frecuente el trazado del animismo en la luna, lo cierto es que también puede aparecer en los dibujos de los escolares, incluso en edades algo más avanzadas. Es lo que sucede en la escena que realizó esta niña de 9 años, en la que nos muestra a su madre, que era viuda, y que les había llevado el fin de semana a la casa que tiene en el campo. Así, ella misma se traza al lado de una barbacoa, al tiempo que su hermano pequeño se encuentra jugando con una pelota en el otro lado de la casa. Y todo ello bajo la atenta mirada de perfil de la luna.



El animismo no solo se manifiesta en los dibujos de los escolares a través de rostros similares a los humanos en los elementos de la naturaleza, sino que también a esos elementos les atribuyen emociones parecidas a las nuestras. Es lo que sucede en el dibujo de esta niña de 8 años, donde se aprecia el ambiente feliz en el que se desenvuelve, pues ha representado a todos los miembros de su familia bailando. En consonancia, al sol también lo representa alegre, al igual que la casa, cuya fachada se asemeja a un rostro humano.



El animismo, tal como he apuntado, pervive hasta la edad de 10 u 11 años. Esto es lo que vemos en el dibujo de esta chica de sexto de Primaria, ya que nos muestra la escena de un campesino que lleva una azada en la mano, al tiempo que dice “Viva el sol”. El caballo que va detrás de él también lo expresa, al igual que los pájaros que se encuentran en los árboles. Podemos entender que la autora sabe que el caballo y los pájaros no hablan, pero para ella no es óbice para mostrarlos como si pudieran hacerlo de modo similar a las personas.



Quiero cerrar este pequeño recorrido por algo tan apasionante como es el animismo en el pensamiento de los niños y niñas con un dibujo sorprendente. En este caso, el autor de 9 años, padecía el Síndrome de Asperger, que es una modalidad de autismo algo moderado. Lo cierto es que nos dibuja a su familia como si sus miembros fueran jugadores de fútbol, cada uno de ellos con un balón (no comprende que en este deporte hay un balón para todos) y vestidos con la camiseta del Barcelona (a su padre se la coloreó de portero de este equipo).

Lo más curioso de todo ello es que trazó un enorme sol con cuatro ojos: tres de ellos horizontalmente unidos y un cuarto, más pequeño, por encima de los otros tres.

¿Qué nos quería decir este chico con su dibujo? ¿Qué significaba para el autor que el sol apareciera con cuatro ojos? Esto nos resulta muy difícil entender, pues una característica de los niños autistas es que tienen un mundo interior muy cerrado sobre sí mismos, por lo que resulta tremendamente complicado penetrar en él. Pero, al menos, los dibujos nos ayudan a acercarnos a su mundo tan especial y tener cierta comprensión de lo que nos quieren transmitir.

AURELIANO SÁINZ
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