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Daniel Guerrero | Una Fundación para honrar a Franco

¿Es posible que un país que hace 40 años transitó a la democracia consienta la existencia de una fundación para honrar la memoria del dictador que inició una guerra fratricida e impuso un régimen abyecto y reaccionario? ¿Acaso la legalidad constitucional puede amparar, en nombre de la democracia, que se constituya cualquier asociación cuyo objetivo sea el enaltecimiento de figuras que se sublevaron y levantaron en armas contra la legalidad de su época, y tolerar que se difunda, promueva y sea objeto de estudio el pensamiento, la vida y la obra de quien estableció un gobierno dictatorial y represivo?



¿No se puede aplicar a la Fundación Nacional Francisco Franco una Ley de Memoria Histórica que persigue el reconocimiento de las víctimas del franquismo y su derecho a la verdad, la justicia y la reparación, con el fin de rescatarlas del olvido y del sectarismo que los vencedores ejercieron sobre los vencidos de aquella guerra y la dictadura consiguiente?

¿Es concebible una fundación de esa naturaleza, con derecho a subvenciones para el desarrollo de sus actividades, que homenajee y guarde memoria de Hitler en Alemania, de Mussolini en Italia, de Salazar en Portugal, de Pinochet en Chile, de Videla en Argentina y de tantos otros energúmenos criminales similares a Franco en España?

¿Puede un país sano, reconciliado y democrático consentir que se ensalce a quien dividió la sociedad, fusiló a cuantos consideró enemigos e impidió la democracia y la libertad? ¿No va contra toda objetividad histórica la existencia de entidades dedicadas a tergiversar la Historia con versiones edulcoradas que manipulan los hechos con la intención de convertir en referentes morales a personas que han protagonizado sus más negras páginas, violando sin recato los derechos humanos?

¿Qué hace un monumento supuestamente religioso y una fundación supuestamente cultural en memoria de tan sanguinario personaje y sus cómplices y colaboradores? ¿Es que acaso como pueblo no somos capaces de reconocer un pasado vergonzoso, de llamar a las cosas por su nombre y defender con orgullo la democracia que nos reconoce en igualdad y libertad frente a nostálgicos de pesadillas que enfrentaron a los españoles y de los adalides de tiempos oscuros de opresión que hay que conocer pero no maquillar ni enaltecer?

¿Cuándo la verdad, la justicia y la honestidad histórica brillarán en nuestra pusilánime democracia, que no tiene arrestos de enfrentarse desde las ideas y la legalidad contra los que persiguen despreciarla y aniquilarla? ¿Cómo, si están prohibidos los actos de odio y se castigan como delitos cualquier iniciativa que haga apología del terrorismo, de la violencia y del enfrentamiento entre los españoles, una fundación que reivindica todo ello desde el enaltecimiento del máximo responsable que promovió una guerra e impuso la opresión y la división en bandos irreconciliables de los españoles, no está prohibida y castigada penalmente?

¿Cómo es posible que en España no esté tipificado como delito el franquismo del mismo modo que el nazismo en Alemania? ¿Por qué se tolera la exhibición de símbolos y gestos de aquel régimen dictatorial con total impunidad? Si en Italia y Alemania se considera delito el simple saludo fascista, ¿qué impide en España erradicar cualquier apología del franquismo?

Aunque sea humano que familiares y simpatizantes pretendan, a titulo particular, recordar y guardar los restos de sus deudos, es higiénico socialmente impedir y prohibir todo reconocimiento, homenaje y actos de enaltecimiento de un dictador y su grupo de golpistas, ejemplos despreciables y nefastos de nuestra historia.

Por ello, no se comprende que, a estas alturas de nuestra mayoría de edad democrática, persistan las muestras de admiración y vasallaje hacia un dictador que jamás se arrepintió de sus crímenes ni del odio que sembró entre los españoles. Ni que, por cuestiones legales o intereses ocultos, no se impida a los herederos directos del dictador seguir disfrutando del botín de guerra que atesoró mientras confundía el país con su patrimonio y propiedad, y que obligó a sus súbditos a rendirle pleitesía mediante dádivas en demostración forzosa de gratitud por su “providencial” levantamiento nacional desde la traición, el odio y el rencor.

Por eso nos preguntamos con asombro, ¿existe aún una Fundación Francisco Franco en España? ¿Existen fundaciones empeñadas en ensalzar la memoria de personajes que destacaron por infligir el odio y la muerte entre los españoles? ¿Hay derecho a tolerar la existencia de asociaciones y fundaciones que glorifican la ideología fascista? ¿Hasta cuándo?

DANIEL GUERRERO
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