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Javier Castillo: “Escribir te acaba dejando un poco loco”

De El día que se perdió la cordura, vendió 100.000 ejemplares. Ahora Javier Castillo (Málaga, 1987) publica El día que se perdió el amor. Y ha vendido los derechos para la producción de una serie en televisión. A las doce de la mañana del 14 de diciembre, una joven llena de magulladuras se presenta desnuda en las instalaciones del FBI de Nueva York con varias notas amarillentas en la mano. Así arranca una novela en la que el inspector Bowring, jefe de la Unidad de Criminología, intentará descubrir qué oculta esta joven.



—“A veces el amor te pone en el camino equivocado para que sepas lo que duele”. ¿Por qué siempre asociamos amor y dolor?

—Porque el amor, cuando lo pierdes, es como si te extirparan algo, como si te quitaran la vida.

—Ahora publicas 'El día que se perdió el amor'. Con 'El día que se perdió la cordura' vendiste 100.000 ejemplares. ¿Dispuesto a superar ese vértigo?

—Uno nunca se acostumbra a esta locura que está pasando. Es la verdad. Es mágico todo lo que está sucediendo. Superagradecido y ojalá siga sucediendo.

—En esta nueva novela exploras los límites del amor. Y yo que pensaba que en el amor no había límites.

—En el amor los hay. Los hay. Yo creo que el amor tiene algo y es el miedo a perderlo. Y eso te pone en las ganas de luchar por él. Es bonito.

—¿Esa es la única frontera?

—Sí. El miedo a perderlo.

—¿El amor que se alimenta de la cordura tiene los días contados?

—Sí. El amor bonito es el que te hace perder la cordura, te hace perder la noción del tiempo, te hacer perder todo. Por así decirlo. Es el amor que de verdad merece la pena.

—¿Para enamorarse hay que perder un poco la cabeza o basta con dejarse llevar?

—Hay que perder la cabeza como dejarse llevar. Lo bonito del amor es que cuando te dejas llevar pierdes la cabeza. La magia del amor consiste en eso, en luchar por lo que importa y en valorar las cosas pero luego siendo tú mismo y disfruntándolo.

—En tu novela, una joven llena magulladuras se presenta desnuda en las instalaciones del FBI de Nueva York. ¿Qué más les puedes decir a tus lectores?

—Que es una novela que engancha muchísimo, que tiene un ritmo que te atrapa desde esa primera aparición y que es una novela en la que, cuando empiezas a leerla, no hay manera de cerrarla hasta que terminas. Te entretiene muchísimo.

—Tu primera novela se publicará en México y Colombia, y en Italia se prepara un gran lanzamiento. ¿Todo esto ya te permite dejar la contabilidad y dedicarte a las letras?

—Sí. Desde agosto, cambié de trabajo. Ya dejé de ser asesor financiero y ahora soy, cien por cien, escritor. Me dedico a esto y estoy disfrutándolo. No quería estar entre los dos mundos. Quería disfrutar el momento, todo lo que está pasando y dedicarme a lo que me apasiona.

—Los derechos audiovisuales han sido adquiridos para la producción de una serie de televisión. ¿Sabes algo más?

—No puedo avanzar mucho más. Yo sé más pero no lo puedo contar todavía. Sí es verdad que es un proyecto superilusionante, superbonito, y que pronto seguramente ya saldrán a la luz más detalles, pero estoy ilusionadísimo, y ver a los personajes adaptados en vivo es el sueño de casi todo creador de historias. Pronto se comenzará a producir.

—En tu segunda novela resuelves la trama que ya iniciaste en la primera. Aunque la historia continúa y los personajes principales continúan, ¿qué sorprenderá a tus lectores?

—Yo creo que sorprende el cierre de toda la novela. Cierra de una manera que te deja muy sorprendido cómo conectan las dos novelas una con otra. Y sobre todo, cómo lleva la pérdida del amor uno de los personajes, cómo precipita la historia de las dos novelas. Es lo que más sorprende.

—En 'El día que se perdió el amor' también dejas algunos guiños personales.

—Sí. Sí. Hay mucho de mí en la novela. Los tres lunares que tiene la protagonista son de mi mujer. Soy una persona que idolatro a mi hija y hay mucho de mi relación y mi amor por ella en la novela.

—Te leen muchas mujeres. Igual en tu tercera novela deberías plantearte que el personaje principal no fuera un hombre.

—Bueno, en esta, en realidad, cuando lo piensas, es una mujer. Está la historia de Carla que es casi la protagonista junto con el inspector Bowring. En esta novela casi toda la trama la lía ella, en realidad. Parece un personaje secundario pero en realidad toda la trama la mueve ella. Luego está el investigador que es un hombre. Pero sí, lo pensaré.

—¿La autoedición te ha dejado alguna secuela o ya no piensas volver a ella?

(Ríe). Muy cachonda la pregunta. Yo creo que escribir de vedad es lo que te deja secuelas todo el rato. No importa dónde publiques. Al final, escribir te acaba dejando un poco loco.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO
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