Cambio de tercio y, para mitigar el sopor del calor estival, escribiré sobre cuestiones menos trascendentales que las que venía entregando últimamente. Así puede que ambos, lector y escribiente, acompañados de una apetitosa bebida fresquita, matemos el agobio del soporífero calor que nos invade y, de paso, consigamos entretener nuestra curiosidad. ¡Al tajo…!
Hace ya tiempo que cayó en mis manos el libro Inventario general de insultos, de Pancracio Celdrán Gomáriz. Me llamó la atención tanto el título, por considerarlo algo curioso pero sin más trascendencia, como el contenido. En la medida en que me sumía en su lectura y descubría la razón de muchos de los dichos-insultos, mi curiosidad fue “in crescendo”. Unos eran conocidos; otros lo eran menos. Pero, todos ellos, existentes en nuestro entorno.
Confieso que me equivoqué al considerarlo un libro baladí y sin mayor importancia. No siempre queda claro el origen del referido insulto, pero siempre hay en la explicación un trasfondo, primero de sabiduría y después de reflexión. Es la gran ventaja que tienen los libros, que siempre suelen estimular una determinada variedad de emociones, relaciones, curiosidades y reflexiones en el lector si éste está abierto y receptivo.
Sí que desconocía el origen de la mayoría de ellos, así como el significado de bastantes de los que en él se relatan. Siguiendo el citado libro daré leves puntadas sobre algunos de los graciosos dichos o finos insultos que, a veces, bordean la frontera de la ofensa o son eso, simples improperios.
Picotearé por algún que otro insulto procurando ser fiel al relato de lo que destaque el autor. Evitaré copiar “ad pedem litterae” lo menos posible, por lo que tendré que hacer una interpretación personal y qué duda cabe que ello obligará a recapacitar en uno u otro sentido, digamos que buscando sacarle punta al lápiz. Siempre la deformación profesional estará presente. Es un riesgo.
Empiezo por un insulto que nos atañe directamente a los cordobeses. Nuestro actor se llama Abundio y, según el citado autor, nos dice que el tal personaje debió existir en Córdoba por los siglos XVII o XVIII. El dicho reza así: “Eres más tonto que Abundio”, al que se le tiene por insensato, cerrado de mollera y más bien corto de entendederas.
Para ser tan tonto debió el hombre hacer alguna solemne tontería, parafraseando a Tom Hanks que en la película Forrest Gump nos dice: “tonto es el que hace tonterías”. Y si añadimos el eslogan “porque yo no soy tonto”, incluso cuando nos dejamos llevar por las ofertas de cierta cadena…, completamos el recorrido.
Partiendo de que nuestro sujeto pasa por tonto ¿qué se le ocurriría hacer? En una de las versiones se le achaca que quisiera regar “con el solo chorrillo de la verga”, es decir, meando, con la poca orina que brotara de su “no abundante” fontana de Trevi, toda una cortijada. ¡Mucho hay que beber para mear tanto…!
En el libro, no sin cierta ironía, se le concede el derecho de la duda pensando que tal vez quisiera regar alguna “macetilla” con su viril pero escaso chorrillo y con la esperanza de que, posteriormente, el fecundo riego diera paso a algún retoño.
Con algo de buena intención y no falto de socarronería, el autor intenta pasarlo a la posteridad –broma plausible– como inventor del riego por goteo. Aun así debió ser algo corto de entendederas porque su relato se cierra con la rotunda confirmación de su gran “tontez” reflejada en que llegó el segundo en una carrera en la que corría él sólo.
Para otras fuentes, Abundio vivió en el siglo IX en Córdoba y por tozudo, predicando y renegando contra El Corán, se ganó el martirio, pese a que los musulmanes cordobeses, en aquellos momentos, no estaban por la labor de fabricar mártires. Estas ganas de morir martirizado fueron tomadas por el personal como una solemne tontería; vamos, como una “meada fuera de tiesto” si lo aplicamos al sentido del dicho.
Lo que sí puede quedar clara es la existencia de múltiples “abundios”, dada la gran cantidad de estupideces que nos circundan en el sinvivir diario y a todos los niveles. Abundio es palabra latina que viene a significar abundante, copioso aunque no dice en qué abunda. En nuestro caso parece que el referido estaba colmado en despropósitos y escaso en masa encefálica.
Algo de culturilla siempre puede venir bien. En relación al patronímico Abundio, se hace necesario que nos situemos geográfica y gramaticalmente. Abundio es un nombre propio masculino de origen latino. Con este nombre existieron diversos santos de la Iglesia Católica como el citado mártir cordobés San Abundio, degollado a orillas del Guadalquivir el 11 de julio de 854.
Otros famosos Abundios, todos ellos santos, fueron Abundio obispo de Ruan (s. VII); Abundio e Ireneo mártires en 258; Abundio y Abundancio mártires de la cosecha de Diocleciano; Abundio obispo de Como; Abundio el Sacristán; Abundio de Pietra mártir de Apulia y Abundio de Palestrina. Estas referencias a los santos han sido extraídas de Wikipedia.
Hace ya tiempo que cayó en mis manos el libro Inventario general de insultos, de Pancracio Celdrán Gomáriz. Me llamó la atención tanto el título, por considerarlo algo curioso pero sin más trascendencia, como el contenido. En la medida en que me sumía en su lectura y descubría la razón de muchos de los dichos-insultos, mi curiosidad fue “in crescendo”. Unos eran conocidos; otros lo eran menos. Pero, todos ellos, existentes en nuestro entorno.
Confieso que me equivoqué al considerarlo un libro baladí y sin mayor importancia. No siempre queda claro el origen del referido insulto, pero siempre hay en la explicación un trasfondo, primero de sabiduría y después de reflexión. Es la gran ventaja que tienen los libros, que siempre suelen estimular una determinada variedad de emociones, relaciones, curiosidades y reflexiones en el lector si éste está abierto y receptivo.
Sí que desconocía el origen de la mayoría de ellos, así como el significado de bastantes de los que en él se relatan. Siguiendo el citado libro daré leves puntadas sobre algunos de los graciosos dichos o finos insultos que, a veces, bordean la frontera de la ofensa o son eso, simples improperios.
Picotearé por algún que otro insulto procurando ser fiel al relato de lo que destaque el autor. Evitaré copiar “ad pedem litterae” lo menos posible, por lo que tendré que hacer una interpretación personal y qué duda cabe que ello obligará a recapacitar en uno u otro sentido, digamos que buscando sacarle punta al lápiz. Siempre la deformación profesional estará presente. Es un riesgo.
Empiezo por un insulto que nos atañe directamente a los cordobeses. Nuestro actor se llama Abundio y, según el citado autor, nos dice que el tal personaje debió existir en Córdoba por los siglos XVII o XVIII. El dicho reza así: “Eres más tonto que Abundio”, al que se le tiene por insensato, cerrado de mollera y más bien corto de entendederas.
Para ser tan tonto debió el hombre hacer alguna solemne tontería, parafraseando a Tom Hanks que en la película Forrest Gump nos dice: “tonto es el que hace tonterías”. Y si añadimos el eslogan “porque yo no soy tonto”, incluso cuando nos dejamos llevar por las ofertas de cierta cadena…, completamos el recorrido.
Partiendo de que nuestro sujeto pasa por tonto ¿qué se le ocurriría hacer? En una de las versiones se le achaca que quisiera regar “con el solo chorrillo de la verga”, es decir, meando, con la poca orina que brotara de su “no abundante” fontana de Trevi, toda una cortijada. ¡Mucho hay que beber para mear tanto…!
En el libro, no sin cierta ironía, se le concede el derecho de la duda pensando que tal vez quisiera regar alguna “macetilla” con su viril pero escaso chorrillo y con la esperanza de que, posteriormente, el fecundo riego diera paso a algún retoño.
Con algo de buena intención y no falto de socarronería, el autor intenta pasarlo a la posteridad –broma plausible– como inventor del riego por goteo. Aun así debió ser algo corto de entendederas porque su relato se cierra con la rotunda confirmación de su gran “tontez” reflejada en que llegó el segundo en una carrera en la que corría él sólo.
Para otras fuentes, Abundio vivió en el siglo IX en Córdoba y por tozudo, predicando y renegando contra El Corán, se ganó el martirio, pese a que los musulmanes cordobeses, en aquellos momentos, no estaban por la labor de fabricar mártires. Estas ganas de morir martirizado fueron tomadas por el personal como una solemne tontería; vamos, como una “meada fuera de tiesto” si lo aplicamos al sentido del dicho.
Lo que sí puede quedar clara es la existencia de múltiples “abundios”, dada la gran cantidad de estupideces que nos circundan en el sinvivir diario y a todos los niveles. Abundio es palabra latina que viene a significar abundante, copioso aunque no dice en qué abunda. En nuestro caso parece que el referido estaba colmado en despropósitos y escaso en masa encefálica.
Algo de culturilla siempre puede venir bien. En relación al patronímico Abundio, se hace necesario que nos situemos geográfica y gramaticalmente. Abundio es un nombre propio masculino de origen latino. Con este nombre existieron diversos santos de la Iglesia Católica como el citado mártir cordobés San Abundio, degollado a orillas del Guadalquivir el 11 de julio de 854.
Otros famosos Abundios, todos ellos santos, fueron Abundio obispo de Ruan (s. VII); Abundio e Ireneo mártires en 258; Abundio y Abundancio mártires de la cosecha de Diocleciano; Abundio obispo de Como; Abundio el Sacristán; Abundio de Pietra mártir de Apulia y Abundio de Palestrina. Estas referencias a los santos han sido extraídas de Wikipedia.
PEPE CANTILLO
FOTOGRAFÍA: DAVID CANTILLO
FOTOGRAFÍA: DAVID CANTILLO