El 8 de abril de 2013 fallecía uno de los grandes escritores de nuestro país: José Luis Sampedro. Temiendo que su muerte se convirtiera en un circo mediático, le había encargado a su mujer, Olga Lucas, que la noticia de su deceso se diera una vez que estuviera incinerado. Y es que su larga vida, dado que alcanzó la edad de 96 años, le había proporcionado la lúcida sencillez de comprender que la importancia de los seres humanos reside en llevar la existencia de manera acorde con los sentimientos más íntimos y en relación armónica con la naturaleza, a la cual nos debemos.
Quienes le hayan leído no olvidarán obras como La sonrisa etrusca, Octubre, octubre o El amante lesbiano, por citar algunas de sus novelas más conocidas. Pero uno también podría entrar en ensayos como Economía humanista o El mercado y la globalización, puesto que fue catedrático de Estructura Económica en la Universidad Complutense de Madrid.
Paradójicamente, entre la gente más joven se hizo popular al haber realizado el prólogo de ese pequeño libro del francés Stéphane Hessel titulado ¡Indignaos!, que fue algo así como el texto que daría lugar a los “indignados”, palabra que acompañaría a los que secundaron y simpatizaron con el movimiento del 15M, que se gestó al poco tiempo de ver la luz el libro en España.
Esto nos conduce a entender que José Luis Sampedro no era solo el miembro de la Real Academia Española o el Premio Nacional de las Letras, sino que también fue un humanista, profundamente crítico con el neoliberalismo que arrasa a escala mundial.
Esa inquietud suya arraigaba con el deseo de entender el sentido de la existencia y las raíces del ser humano. Esto le llevó por un camino de estudio de los místicos españoles –San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, San Juan de Ávila-, así como la mística oriental, especialmente centrada en el hinduismo y en el taoísmo.
La senda recorrida a través de su pensamiento humanista hasta alcanzar y asumir la filosofía oriental queda bien plasmada en su obra póstuma, La vida perenne, de reciente publicación en nuestro país. Es un bello y escueto libro en el que se cruzan sus aforismos y pensamientos con las hermosas fotografías de Chema Madoz, de las que incorporo algunas de las que aparecen en sus páginas. Por otro lado, se incorporan al texto fragmentos del pensamiento hindú y del Tao, que tanto le iluminaban.
Por mi parte, no añadiré ningún comentario a los párrafos que he seleccionado, puesto que hablan bien por sí mismos.
“… hacerse amante, puro de corazón, pobre de espíritu requiere un tratamiento harto duro que se manifiesta tanto en la mente como en la conducta. Cuando me interesé por el zen japonés, por ser la menos intelectual de todas las doctrinas orientales, me di cuenta de que sólo cabía vivirlo a cuenta de una disciplina enorme… Así que cuando hablo de filosofía perenne lo hago de segunda mano”
“… ¡un Despertar! Esa palabra canta, retumba, inunda mi mente como un golpe de gong. No es algo religioso, es vital. Consiste en ser consciente de la realidad”.
“Leí con fruición a los místicos cristianos: san Juan de la Cruz, santa Teresa, san Juan de Ávila. Más tarde mi alejamiento del catolicismo propició mi interés por otras creencias. Pero ellos pertenecen a la estirpe de los contemplativos, esos hombres y mujeres que se deshicieron del yo para llegar al silencio interior…”.
“Los taoístas admiraban la energía que dirige los procesos de la vida, desde el crecimiento del embrión, y trataban a la energía como máxima fuente de conocimiento y de autoridad… como el objetivo prioritario del conocimiento de uno mismo y de la vida”.
“… para mí la tarea del hombre debe ser doble: por una parte, la persecución de una trayectoria consistente en hacerse lo que se es, y por otra, frente a lo imprevisible, adoptar una actividad digna de un ser humano. Pero no es que sean dos objetivos diferentes, pues sólo haciéndose se gana dignidad, y sólo dignamente tiene sentido hacerse”.
“… el maestro que necesitas no es el que te forme a su imagen y semejanza. El buen maestro es el que provoque en ti tu propia visión, no la copia de la suya; el que te haga descubrir por ti mismo lo que él no percibiría nunca. No te empeñes en ser lo que no eres, sino en alcanzar lo que eres”.
“… vivimos en una sociedad que escamotea el problema de la muerte todo lo que puede. No comprende o no acepta que la muerte está incluida en la vida, que desde el nacimiento empezamos a morirnos un poco cada día. En lugar de reconocer que la muerte es el coronamiento de la vida, que forma parte de ella, que es el episodio final, la bajada del telón, en vez de educarnos en esa idea, escamotean el momento y no nos habitúan a pensar que uno es mortal”.
“… la idea de introducir la inmortalidad en el ser humano conduce a endiosarnos, a que los seres humanos se desintegren del conjunto del mundo porque son ajenos a él, porque en el mundo no hay nada inmortal, es un proceso continuo que no es lo mismo que inmortalidad, y que les hace desentenderse de todo eso y les hace creer, porque se les ha dicho que son los reyes de la creación, que el mundo poco menos que para nuestro goce, para nuestro disfrute, para nuestra explotación”.
“… creo fundamentalmente que el hombre es libre. Pero esa libertad está condicionada por los genes y por las circunstancias en las que se nace. Estas dos coordenadas, la natural y la cultural, son las condicionantes de la libertad humana… Pero dentro de esas dos coordenadas, creo que el hombre tiene una libertad profunda”.
“… libertad solidaria…”
“… en verdad, el modelo economicista neoliberal está agotado, pero más a fondo de lo que ellos creen: en sus cimientos. Sus valores impulsores que, tres siglos atrás, engendraron fuerzas creadoras, ya no sirven, porque hoy aquellas fuerzas se enfrentan con una terrible barrera: física, pues el derroche de recursos tropieza con los límites del planeta; política, porque el Tercer Mundo ya no acepta la explotación; y psicológica, pues el desalmado sistema reduce al hombre a mero productor-consumidor”.
“… porque el progreso colectivo no ha venido, ni vendrá nunca de la falta de amor, de los egoísmos individuales en lucha. La historia exige hoy, entre otros cambios, sustituir el individualismo por una organización social basada en la solidaridad espontánea y no en la agresiva competencia. El hombre sólo es humano en sociedad y sólo es libre cuando todos lo son”.
“… el sentido moral está exactamente en que estoy vivo, tengo que vivir, y tengo que vivir la vida que es mía; está en la fidelidad a lo que soy, en adaptarme a lo que me rodea, en sumarme al conjunto, en hacerme parte del Universo…”.
“Y para hacerme conscientemente parte del Universo, para convertirme en un ser que comparte íntegramente la vida universal, tengo que hacer con mi vida lo que más pueda como tal vida, es decir, realizarme al máximo… el concepto de moralidad oficial no es el concepto de moralidad vital; el concepto de moralidad oficial, digan lo que digan, es la codificación de los intereses de los poderosos, sean religiosos, sean poderosos políticos”.
“… tener más de lo mismo no es suficiente: el progreso ha de consistir en ser mejores, en ser hombres más libres, más dignos, más justos, más solidarios”.
“… la felicidad es hacerse plenamente lo que se es, luchar por conseguirlo. No me interesa la felicidad de este modelo de sociedad: prefiero una vida intensa a la felicidad idiota que impone el poder”.
A modo de cierre: Las lecturas de grandes autores que han dejado un testimonio personal de sus ideas, creencias y valores me han parecido testimonios póstumos que nos ayudan a entender mejor tanto el mundo como a nosotros mismos. Es lo que sucede con ese gran hombre que fue José Luis Sampedro que nos deja un legado en forma de admirables palabras en un libro que es necesario leer y contemplar muy despacio.
Quienes le hayan leído no olvidarán obras como La sonrisa etrusca, Octubre, octubre o El amante lesbiano, por citar algunas de sus novelas más conocidas. Pero uno también podría entrar en ensayos como Economía humanista o El mercado y la globalización, puesto que fue catedrático de Estructura Económica en la Universidad Complutense de Madrid.
Paradójicamente, entre la gente más joven se hizo popular al haber realizado el prólogo de ese pequeño libro del francés Stéphane Hessel titulado ¡Indignaos!, que fue algo así como el texto que daría lugar a los “indignados”, palabra que acompañaría a los que secundaron y simpatizaron con el movimiento del 15M, que se gestó al poco tiempo de ver la luz el libro en España.
Esto nos conduce a entender que José Luis Sampedro no era solo el miembro de la Real Academia Española o el Premio Nacional de las Letras, sino que también fue un humanista, profundamente crítico con el neoliberalismo que arrasa a escala mundial.
Esa inquietud suya arraigaba con el deseo de entender el sentido de la existencia y las raíces del ser humano. Esto le llevó por un camino de estudio de los místicos españoles –San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, San Juan de Ávila-, así como la mística oriental, especialmente centrada en el hinduismo y en el taoísmo.
La senda recorrida a través de su pensamiento humanista hasta alcanzar y asumir la filosofía oriental queda bien plasmada en su obra póstuma, La vida perenne, de reciente publicación en nuestro país. Es un bello y escueto libro en el que se cruzan sus aforismos y pensamientos con las hermosas fotografías de Chema Madoz, de las que incorporo algunas de las que aparecen en sus páginas. Por otro lado, se incorporan al texto fragmentos del pensamiento hindú y del Tao, que tanto le iluminaban.
Por mi parte, no añadiré ningún comentario a los párrafos que he seleccionado, puesto que hablan bien por sí mismos.
“… hacerse amante, puro de corazón, pobre de espíritu requiere un tratamiento harto duro que se manifiesta tanto en la mente como en la conducta. Cuando me interesé por el zen japonés, por ser la menos intelectual de todas las doctrinas orientales, me di cuenta de que sólo cabía vivirlo a cuenta de una disciplina enorme… Así que cuando hablo de filosofía perenne lo hago de segunda mano”
“… ¡un Despertar! Esa palabra canta, retumba, inunda mi mente como un golpe de gong. No es algo religioso, es vital. Consiste en ser consciente de la realidad”.
“Leí con fruición a los místicos cristianos: san Juan de la Cruz, santa Teresa, san Juan de Ávila. Más tarde mi alejamiento del catolicismo propició mi interés por otras creencias. Pero ellos pertenecen a la estirpe de los contemplativos, esos hombres y mujeres que se deshicieron del yo para llegar al silencio interior…”.
“Los taoístas admiraban la energía que dirige los procesos de la vida, desde el crecimiento del embrión, y trataban a la energía como máxima fuente de conocimiento y de autoridad… como el objetivo prioritario del conocimiento de uno mismo y de la vida”.
“… para mí la tarea del hombre debe ser doble: por una parte, la persecución de una trayectoria consistente en hacerse lo que se es, y por otra, frente a lo imprevisible, adoptar una actividad digna de un ser humano. Pero no es que sean dos objetivos diferentes, pues sólo haciéndose se gana dignidad, y sólo dignamente tiene sentido hacerse”.
“… el maestro que necesitas no es el que te forme a su imagen y semejanza. El buen maestro es el que provoque en ti tu propia visión, no la copia de la suya; el que te haga descubrir por ti mismo lo que él no percibiría nunca. No te empeñes en ser lo que no eres, sino en alcanzar lo que eres”.
“… vivimos en una sociedad que escamotea el problema de la muerte todo lo que puede. No comprende o no acepta que la muerte está incluida en la vida, que desde el nacimiento empezamos a morirnos un poco cada día. En lugar de reconocer que la muerte es el coronamiento de la vida, que forma parte de ella, que es el episodio final, la bajada del telón, en vez de educarnos en esa idea, escamotean el momento y no nos habitúan a pensar que uno es mortal”.
“… la idea de introducir la inmortalidad en el ser humano conduce a endiosarnos, a que los seres humanos se desintegren del conjunto del mundo porque son ajenos a él, porque en el mundo no hay nada inmortal, es un proceso continuo que no es lo mismo que inmortalidad, y que les hace desentenderse de todo eso y les hace creer, porque se les ha dicho que son los reyes de la creación, que el mundo poco menos que para nuestro goce, para nuestro disfrute, para nuestra explotación”.
“… creo fundamentalmente que el hombre es libre. Pero esa libertad está condicionada por los genes y por las circunstancias en las que se nace. Estas dos coordenadas, la natural y la cultural, son las condicionantes de la libertad humana… Pero dentro de esas dos coordenadas, creo que el hombre tiene una libertad profunda”.
“… libertad solidaria…”
“… en verdad, el modelo economicista neoliberal está agotado, pero más a fondo de lo que ellos creen: en sus cimientos. Sus valores impulsores que, tres siglos atrás, engendraron fuerzas creadoras, ya no sirven, porque hoy aquellas fuerzas se enfrentan con una terrible barrera: física, pues el derroche de recursos tropieza con los límites del planeta; política, porque el Tercer Mundo ya no acepta la explotación; y psicológica, pues el desalmado sistema reduce al hombre a mero productor-consumidor”.
“… porque el progreso colectivo no ha venido, ni vendrá nunca de la falta de amor, de los egoísmos individuales en lucha. La historia exige hoy, entre otros cambios, sustituir el individualismo por una organización social basada en la solidaridad espontánea y no en la agresiva competencia. El hombre sólo es humano en sociedad y sólo es libre cuando todos lo son”.
“… el sentido moral está exactamente en que estoy vivo, tengo que vivir, y tengo que vivir la vida que es mía; está en la fidelidad a lo que soy, en adaptarme a lo que me rodea, en sumarme al conjunto, en hacerme parte del Universo…”.
“Y para hacerme conscientemente parte del Universo, para convertirme en un ser que comparte íntegramente la vida universal, tengo que hacer con mi vida lo que más pueda como tal vida, es decir, realizarme al máximo… el concepto de moralidad oficial no es el concepto de moralidad vital; el concepto de moralidad oficial, digan lo que digan, es la codificación de los intereses de los poderosos, sean religiosos, sean poderosos políticos”.
“… tener más de lo mismo no es suficiente: el progreso ha de consistir en ser mejores, en ser hombres más libres, más dignos, más justos, más solidarios”.
“… la felicidad es hacerse plenamente lo que se es, luchar por conseguirlo. No me interesa la felicidad de este modelo de sociedad: prefiero una vida intensa a la felicidad idiota que impone el poder”.
A modo de cierre: Las lecturas de grandes autores que han dejado un testimonio personal de sus ideas, creencias y valores me han parecido testimonios póstumos que nos ayudan a entender mejor tanto el mundo como a nosotros mismos. Es lo que sucede con ese gran hombre que fue José Luis Sampedro que nos deja un legado en forma de admirables palabras en un libro que es necesario leer y contemplar muy despacio.
AURELIANO SÁINZ