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Eva Micaela Millán: “He tratado de disfrutar cocinando, sin pensar en el concurso”

Pese a haber nacido en Arinaga, un pueblecito situado en la costa sureste de Las Palmas de Gran Canaria, Eva Micaela Millán ha ejercido como digna embajadora de la cocina cordobesa en MasterChef, una de las sensaciones televisivas de la temporada, que anoche puso punto y final a su primera edición, en un programa de infarto en el que esta bióloga de 32 años, jovial, dinámica e imaginativa se alzó hasta el segundo puesto, sólo por detrás del gran favorito, el almeriense Juan Manuel Sánchez.

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FOTO: FRANCIS SALAS

El programa, que volvió a batir récord de audiencia, concitó especial interés en la localidad cordobesa de Montilla, donde Eva Micaela Millán vive desde hace 15 años junto a sus padres y a sus dos hermanas. Adicta al spinning y al aerobic, decidió probar suerte en un programa de televisión que buscaba al mejor cocinero amateur de España.

Licenciada en Biología y master en Calidad y Seguridad Alimentaria, Eva Micaela Millán está terminando otro master en Nutrición en la Universidad de Córdoba, con el objetivo de ver cumplido su sueño que, hasta anoche, no era otro que el de crear su propia empresa de nutrición en Internet.

—¿Cuándo comenzó su interés por el mundo de la cocina?

—Desde que era pequeña ya me gustaba cocinar tartas o rosquillas con mi abuela. Pero, así más en serio, creo que con 14 o 15 años, pues me iba de perol con los amigos y me encargaba de hacer fumet o caldo de pescado. Además, en mi cumpleaños hacía unas comidas estupendas e invitaba a toda la gente. Y con muy poco dinero.

—¿Qué le empujó a querer formar parte de esta experiencia?

—Llevaba tres o cuatro meses en paro y mi hermana, que había visto el anuncio del programa, me animó a participar. Me apunté y me llamaron para un primer casting en el que nos hicieron una entrevista por escrito. Luego fui pasando pruebas hasta verme dentro.

—¿Qué sintió cuando supiste que habías superado aquel casting en el que participaron más de 400 personas en la plaza de Oriente de Madrid?

—Fue algo increíble, un momento indescriptible. No me lo esperaba porque había tanta gente que no creí que pudiera ser una de las personas elegidas.

—Durante su paso por 'MasterChef' ha podido conocer a grandes maestros de la cocina. ¿Quién es su ídolo culinario?

—Sin olvidarme de Pedro Subijana ni de Martín Berasategui, me gusta mucho Dani García: primero, porque es andaluz; y segundo, porque es un talento joven. Me encanta su manera de crear porque mezcla la cocina tradicional, la andaluza, y le da esa vuelta de tuerca que la hace novedosa. También admiro a algunas mujeres como Susi Díaz.

—¿Le ha influido la cocina cordobesa a la hora de enfrentarse a las pruebas planteadas por el jurado?

—Creo que sí, ya que he elaborado platos utilizando elementos típicos de la cocina andaluza y cordobesa. Hice ajoblanco para una de las pruebas, y una sopa de gazpachuelo que también es muy típica por aquí. Luego, aunque no se haya visto durante la emisión de los programas, en la convivencia con los compañeros les he hecho flamenquines o salmorejo.

—Según el jurado, su actitud y la evolución experimentada durante el transcurso del programa han sido las dos claves para llegar a la final. ¿Cómo definiría usted su paso por 'MasterChef'?

—Al principio estaba como en una burbuja y, ciertamente, hasta que no llegué a la semifinal no fui consciente de lo que estaba consiguiendo en el programa. Estaba muy contenta de estar allí y de poder vivir esa experiencia. He tratado de disfrutar con lo que hacía, sin pensar tanto en el concurso.

—¿Qué ha sido lo más duro del programa?

—Aparte de estar lejos de la familia, el hecho de ir despidiéndote cada semana de compañeros que, en realidad, eran ya casi como hermanos, después de haber convivido tantos meses juntos. Yo me implico mucho a nivel personal y eso me pasó factura en la semifinal, cuando llegué a confundir la sal con el azúcar. Pero estaba mal emocionalmente: pensaba que un compañero al que quería se podía ir y eso me afectó.

—Echando la vista hacia atrás, ¿imaginaba llegar hasta la final?

—En absoluto. Cuando llegué al programa, la gente usaba términos en francés para referirse a técnicas de cocina y yo me decía: “yo aquí duro un asalto”. Pero luego hay que demostrar las cosas cocinando, porque una cosa es la teoría y otra, la práctica. Y yo, que cocino todos los días en mi casa desde hace mucho tiempo, he adquirido mucha práctica.

—Lleva algunos días en Montilla. ¿Ha empezado a notar los efectos de la fama?

—La verdad es que sí. Todo el mundo me para por la calle y es algo que llevo regular, ya que he estado mucho tiempo aislada en el programa y no he podido ver nada de lo que pasaba afuera. Es como salir de repente de una burbuja y comprobar que te llega todo el mundo a saludarte o, incluso a regañarte si lo has hecho mal. El otro día me persiguieron unos niños con una bicicleta. Yo iba con mis cascos y no me percaté hasta que me pararon como si fueran guardias de Tráfico para que les diera besos a todos. Alucinante.

—¿Cómo plantea su vida después del programa?

—Me gusta la cocina pero me apasionan mucho más mis estudios de Nutrición y mi master en Calidad Alimentaria. De todas formas, lo que he hecho en MasterChef está muy relacionado. No obstante, me gustaría hacer cosas relacionadas con los sistemas de nutrición, con la alimentación para enfermos renales o con los trastornos alimenticios. Eso es lo que más me motiva: poder aplicar la buena cocina a las necesidades nutricionales.

VIRGINIA POLONIO / REDACCIÓN
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