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Aún quedan andaluces felices

Es una tarde no demasiado calurosa para el día que despide la primavera de 2013. Poco a poco vamos llegando al colegio los alumnos y los familiares. A las 21 horas estamos citados en el colegio María Montesori de Castro del Rio.


Centenarios eucaliptos nos dan la bienvenida agitando sus hojas por la suave brisa del atardecer. Al final de la cuesta, a la izquierda, un gran recinto por donde los chicos y chicas que allí conviven pasean a lomos de los dóciles caballos. A la derecha la Granja Escuela, un cuidadísimo huerto y varios animales; un burro, una cabra… Al frente nos encontramos con varios edificios que albergan los talleres, el comedor, la piscina y demás instalaciones, modestamente adecuadas para ofrecer una Educación Muy Especial a numerosas personas que, de casi todos los pueblos de la comarca, acuden a compartir su vida y sus ilusiones con una pequeña comunidad de monitores y monitoras que, mayoritariamente de forma altruista y voluntaria, ofrecen su tiempo y su amor a cambio de cariño, besos y sonrisas de los “discapacitados “.

Lo serán tal vez para desarrollar determinados tipos de trabajos, pero no para amar, no para reivindicar con sus miradas inocentes un lugar en la sociedad que los alberga y que no pocas veces los tapa.

Al frente una carpa elegantemente levantada por ellos, decorada con sus dibujos, con sus frases reivindicativas, dispuestos a demostrarnos a todos los “ normales “, que a su ritmo, también son capaces de cantar y de bailar.

Poco a poco van actuando ante la mirada atónita de los presentes, sus inocentes caras nos miran nerviosas para asegurarse en qué parte del público se encuentran sus padres, sus hermanos y demás familiares para demostrarles que también pueden, que con mucho esfuerzo y dedicación, de ellos y de sus monitores, son capaces de actuar, de cantar canciones de Abba, o escenificar el patio de instituto donde Travolta y Olivia, junto a sus cuadrillas, se atacan, se defienden y contraatacan en sus jubilosas refriegas adolescentes. Un chico en silla de ruedas levita sobre ella de emoción, ¡qué ilusión, qué juvenil alegría desbordada!

Al bajar del escenario, tras numerosos aplausos, reciben las felicitaciones de sus familiares y amigos, pletóricos de felicidad. Sus padres, muchos de ellos de edad avanzada, los miran con dulzura, con preocupación, algunos derraman unas lágrimas, quizás de alegría, tal vez de tristeza por que no saber qué les deparará el futuro cuando ellos ya no estén, si sus otros hijos “ normales”, si los tienen, les harán el relevo en sus cuidados y los acogerán en sus casas. No saben aún si, con los recortes en Dependencia de nuestros gobernantes, no peligran incluso la viabilidad de los centros como éste. Por lo pronto han visto año tras año los días de vacaciones recortados, este año aún no se sabe si podrán ir algún día a la playa. Cada vez recurren más a la colaboración económica de los padres para hacer frente a los gastos corrientes, pero algunas familias no pueden hacer ya mayores sacrificios debido a su situación precaria.

Reflexionemos todos y unámonos a esa “marea naranja“ que clama en contra de los recortes a las ayudas para las personas dependientes, defendiendo junto a ellos su futuro. Son para nosotros un ejemplo de lucha, de superación y de convivencia y una evidencia de lo que es imprescindible “tener” para ser felices, el amor, el respeto y la solidaridad.
PEDRO A. GARCÍA

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